Voces ausentes en el MICA 2011: ¿debate o dogma?

Al finalizar la presentación de los panelistas del Seminario “Derecho de autor e industrias culturales”, realizado el sábado 4 de junio en el marco del MICA (Mercado de Industrias Culturales de Argentina), la Sala 2 de conferencias estaba en llamas, especialmente luego de la presentación que hizo Beatriz Busaniche de Vía Libre. Más de uno perdió la compostura en el momento de la apertura de las preguntas, y prefirió correr el eje de la discusión sobre un punto en el cual no habría, en principio, menor desacuerdo: la necesidad de que los autores vivan de su trabajo. ((El problema es que esta expresión no necesariamente implica que el derecho de autor tal como se ejerce en la actualidad sea el modo y la manera de garantizar un trabajo digno para los artistas. Es bien distinto cobrar un salario por un trabajo realizado que percibir renta por la propiedad de un bien. Si bien los artistas muchas veces dicen estar del primer lado, con frases tales como “el derecho de autor es el salario del artista”, lo cierto es que la realidad se asemeja mucho más a lo segundo: “la obra es mi propiedad y cada vez que la usen deben pagarme”. En este sentido, cuando en diversas declaraciones de derechos humanos, tales como la Declaración Universal de Derechos Humanos o el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se estableció en sus respectivos artículos que tenían que garantizarse la protección de los intereses materiales de los autores, en ningún momento se dijo que la expresión adecuada para dicha defensa era el derecho de autor tal como se lo conoce actualmente, tampoco se menciona que las sociedades de gestión colectiva son las apropiadas para gestionar esa protección, ni la declaración dice que para la protección adecuada se hace necesario un monopolio exclusivo sobre la obra. Todas estas cuestiones hacen tanto al fondo como a la forma de lo que se expresó no sólo en este panel sino a lo largo de todo el MICA. Cuando la industria comienza a hablar del derecho de autor en términos de un “derecho humano”, es porque se ha perdido la perspectiva que razonablemente atribuye a los derechos la cualidad de humanos, es decir, que no son derechos de las empresas, de las organizaciones o de las corporaciones, sino de las personas en tanto tales sin ninguna mención más que su pertenencia a esta especie, y que las empresas, organizaciones o corporaciones, tendrán derechos, pero que sin dudas son de otra índole y que no obligan al Estado a tutelarlos.))

Sin entrar en detalles sobre el seminario en particular, es interesante destacar lo que mencionó Vera Kors al momento de iniciar la ronda de preguntas ((Toda la presentación puede verse en este canal de Blip.tv.)):

“[En el marco del MICA] se han dado muchos seminarios, y muchos sobre este tema. Y un poco están hechos para el público, y un poco para nosotros, para la Secretaría [de Cultura de la Nación] para poder trabajar en la legislación, en el cambio de la legislación, de estas leyes tan antiguas de las que hablás [Beatriz]. Yo por un lado pregunto si efectivamente hay proyectos de Vía Libre, sé que hay proyectos de las sociedades de gestión colectiva, y además como para invitar a que trabajemos juntos, incluso con las sociedades de gestión colectiva: la Secretaría de Cultura no las puede dejar de lado.”

Sin embargo, ¿dónde estaban todos esos actores a los cuales la ley 11.723 de Propiedad Intelectual perjudica enormemente, y a quienes jamás se les consulta su opinión sobre las modificaciones que se le efectúan? ¿Dónde estaban las universidades para preguntarles su opinión sobre el canon, a sabiendas de que muchas de ellas tienen que destinar de sus magros presupuestos, partidas abusivas para el CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos de Argentina) sólo porque en Argentina no existe una excepción educativa? ¿Dónde estaban los bibliotecarios, que ven criminalizadas sus prácticas cotidianas por una legislación restrictiva que monopoliza la cultura en manos de unos pocos? ¿Dónde estaban los miles de escritores afectados por editores y editoriales que negocian con ellos contratos abusivos? ¿Dónde estaban los museos y archivos que poseen patrimonios históricos que se pudren en latas de fílmico y en cajas de depósitos porque no pueden digitalizarse o cambiar el formato porque una ley se los prohíbe? ¿Dónde estaban todos esos artistas que no pertenecen al ámbito snob de esa Cultura con mayúsculas, pero que sí enriquecen a diario esa cultura con minúsculas? ¿Dónde estaban, por ejemplo, los que verdaderamente están siendo punta de innovación en las nuevas economías digitales, tales como Taringa!, los chicos de Cuevana o la gente de Comunidad Zoom? ¿Dónde estaban los wikipedistas? ¿Dónde estaban todos los estudiantes afectados por estas leyes? ¿Dónde estaban todos los artistas nacionales, del interior, que pagaron con sus impuestos este evento de “Mercado de Industrias Culturales de Argentina”, pero que nunca llegarán a la Capital por la mera pereza de sus editores, de los libreros, de los que deciden qué es Cultura y qué no? ¿Dónde estaban las escuelas pobres de provincias a las que ni siquiera les llegan libros? ¿Y dónde estaban los miles de niños que jamás en su vida vieron una biblioteca?

Más allá de las propuestas con las que desde Vía Libre nunca podríamos acordar ((Por ejemplo, el canon digital, propuesta que tuvo un seminario aparte donde sólo se generaron confusiones respecto de lo que es el canon, y nunca se hizo mención al nada despreciable hecho de que fue declarado inconstitucional por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y que debió ser anulado en España por no cumplir con las normativas de la legislación continental.)), o las propuestas particulares de Vía Libre ((Algunas de ellas pueden leerse en el epílogo del último libro que publicó Fundación Vía Libre, Argentina Copyleft, y a las cuales se podrían agregar cuestiones tales como eliminar el dominio público pagante.)), el problema no son las propuestas de tal o cual organización civil. El problema son todas las voces que tienen algo para aportar a la discusión y sin embargo estuvieron ausentes no sólo de los debates sobre derecho de autor, sino en todo el MICA.

El modelo actual de discutir exclusivamente con la industria, fiel reproducción del enfoque del G8, sólo llevará a una política ciega que ignore las necesidades del pueblo. Esto y no otra cosa fue lo que se vio en el “Mercado de Industrias Culturales de Argentina” (MICA). La industria estuvo presente enumerando la suma de sus dogmas para delinear las políticas que sólo los benefician a ellos y perjudican a todos los demás. De este modo, más que un evento para delinear políticas públicas, se trató de un evento financiado por el Estado para delinear políticas que siguen los intereses de privados. Esta situación no puede más que extremar las condiciones actuales en las que se da el debate, donde la industria se tapa los oídos y los ojos para negar la realidad tecnológica que avasalló su “modelo de negocios”, y donde los ciudadanos, por el peso propio de las herramientas que tienen en sus manos, prometen acabar con los privilegios de la industria que otro contexto social y tecnológico les garantizó. En el MICA hubo muchos abogados, muchos empresarios, muchos políticos, pero muy pocos ciudadanos de a pie. La necesidad de un debate con todos los actores que estuvieron ausentes durante estos días ya no puede ser postergada. Lo contrario es favorecer sólo a las corporaciones o establecer una alianza entre el Estado y las corporaciones, en un supuesto “beneficio del pueblo” que no es tal. La persistencia de esta actitud llevará a la privatización de la política, donde las decisiones se toman para favorecer a las industrias y no a los ciudadanos.

Por supuesto, atendiendo a lo que dijo Vera Kors, la Fundación Vía Libre no es el único actor al cual la Secretaría de Cultura de Nación debería invitar a discutir. Las bibliotecas, las escuelas, los nuevos empresarios, los artistas del interior, también merecen tener su espacio en una ley que discuta no sólo la cuestión del “derecho de autor”, sino también una ley de fomento de cultura. Porque es menester recordar que el derecho de autor nació como expresión social de su tiempo para fomentar el progreso de las ciencias y las artes, y que hoy es evidente que esa regulación no sólo no cumple con dicha misión sino que, por el contrario, está ahogando el desarrollo de la cultura, la aparición de nuevos modelos de negocios, la calidad educativa y cultural de los más necesitados, entre otras cosas, sólo para perpetuar los beneficios que les otorga a unos pocos, la tenencia de un monopolio exclusivo garantizado por el Estado.

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