Hubo una época en la que, si tenías alguna duda acerca de si era posible sentir verdadera pasión por el software libre, pasión violenta, irrefrenable, todo lo que necesitabas hacer era conocer a Marcelo Baldi.
Como mínimo, te dabas cuenta de que era posible, porque no te quedaban dudas de que él la sentía. Lo más probable, sin embargo, es que te la contagiara.
Esa época se terminó anoche, cuando Marcelo murió.
En Vía Libre, la tristeza es infinita. Literalmente, somos consecuencia de Marcelo.
Él nos introdujo a “La Trampa en el Ciberespacio” de Roberto di Cosmo, sobre la que él estaba elaborando, junto a Daniel Moisset y Fernando Cuenca, “La Encrucijada Digital”.
Esa reelaboración pondría fuego a [proposicion], un foro donde se elaboraron ideas y proyectos que Vía Libre luego dedicó años a fomentar y difundir, y a los que debemos gran parte de nuestra proyección internacional.
Marcelo nunca trabajó directamente en proyectos de Vía Libre, pero siempre contamos con el aporte de su honestidad, su compromiso, su rectitud y su amistad.
Y si acaso algo de lo que hicimos contribuyó en algo a acercarnos aunque sea un poco al mundo que Marcelo anhelaba, nos vamos en lágrimas por no poder seguir compartiéndolo con él.