Esta nota fue publicada hoy en el portal de noticias Marcha.
Por Ezequiel Acuña y Evelin Heidel.
La ley 11.723 de Propiedad Intelectual de nuestro país está cumpliendo 80 años. Es una de las pocas leyes del mundo que no contempla excepciones para bibliotecas y los especialistas la señalan como una de las más restrictivas. Llegó la hora de jubilarla.
Hace ya casi 80 años, un 30 de septiembre de 1933, después de un intenso debate en ambas Cámaras (Senadores y Diputados), se sancionó la ley de propiedad intelectual. En aquel entonces, el diputado socialista Enrique Dickmann pronunciaba: “Yo auguraría a los artistas y escritores argentinos una prosperidad mayor que la que les va a importar esta ley, si todos los argentinos supiesen leer y escribir; si todos tuvieran necesidad intelectual de poseer en su casa una pequeña biblioteca”.
Hoy, gracias al avance de la digitalización de la cultura y de la expansión de Internet, casi todos los ciudadanos pueden poseer en su casa una gran biblioteca. Sin embargo, esta ley votada hace 80 años se erige como el principal obstáculo a la hora de democratizar la cultura: copiar y reproducir obras monopolizadas por el derecho de autor sin autorización de sus titulares puede comportar una pena de hasta seis años de prisión. “La ley de propiedad intelectual argentina es una de las más restrictivas del mundo desde el punto de vista del acceso a la cultura”, dice Beatriz Busaniche, de Fundación Vía Libre, quien estará como panelista este 10 de octubre a las 18 hs. en el evento “Hacia una agenda propositiva para reformar el derecho de autor” (Ayacucho 555), donde se leerán los 14 puntos esenciales para una reforma de la ley de propiedad intelectual. Marcha dialogó con ella sobre este tema.