Los amigos de FSF Europe organizaron la campaña #ilovefs para que
expresáramos nuestro aprecio por el software libre en el día de San Valentín.
Una declaración de algo parecido al amor de mi parte — Fede
En castellano, “amor” es una palabra mucho más fuerte que el “love” inglés: “amo el software libre” suena muy estúpido: nadie “ama” a un ser inanimado.
Bueno, “nadie” es probablemente mucho (me vienen a la cabeza algunos propietarios de ciertos automóviles, y la película “Lars and the Real Doll”). Pero nadie lo admitiría abiertamente.
Sin embargo, como metáfora, hay mucho querible en el software libre.
Es generoso: me permite equipar a todas las computadoras de mi familia con programas de altísima calidad, y usarlos (enteros o en pedazos) en todos mis proyectos, sin pedirme nada a cambio. Mi trabajo ayudando a otros a usarlo me permite vivir dignamente, y con la sensación de que estoy ayudando a que el mundo sea un poquito mejor.
Es agradecido: acepta gustoso los pobres aportes que, cada tanto, me veo en condiciones de hacer.
Es respetuoso: me considera una persona responsable, capaz de tomar mis propias decisiones, y no intenta imponerme restricciones caprichosas.
No tiene secretos: se abre completamente a mí, revelándome todo lo que es, sin tapujos. Y ni siquiera se ofende cuando le señalo un defecto, incluso lo agradece cuando acompaño la crítica con una sugerencia constructiva.
No es celoso: no se ofende, ni me impone penalidades, si dejo de usar el programa X para empezar a usar el programa Y. Ni siquiera se ofende si quiero usar los dos (¡o más!) al mismo tiempo. ¡En la mayoría de los casos invierte esfuerzo para que esto sea posible, y “presentarnos“ otros programas!
Para quienes sí son celosos, eso sí, tiene el inconveniente de que es abiertamente promiscuo en sus relaciones, pero es honesto y claro al respecto: dejó bien claro, desde el principio, que lo único que no toleraría de mí es que me opusiera a que otros puedan usarlo en exactamente las mismas condiciones que nosotros.
Es cierto, también, que por ahí me hace renegar, pero ¿qué software no lo hace? Y a diferencia de otros programas, que son sordos a lo que tengo que decirles, el software libre me escucha: si le susurro al oído el código necesario, es perfectamente capaz de cambiar sus actitudes para satisfacerme.
Software libre, decir que te amo es demasiado. Pero te elijo todos los días.