Los maximalistas de OMPI a la defensiva

Ayer 14 de julio cerró la conferencia de OMPI sobre “Propiedad Intelectual y Políticas Públicas”. Quienes, como yo, llegaban esperando ver un festival de representantes de distintas industrias exaltando las virtudes del copyright y las patentes, no fuimos defraudados. Pero también hubo una sorpresa: lejos de la atmósfera expansionista de la OMPI en los últimos años, constantemente inventando nuevos monopolios para otorgar, constantemente ampliando los ya existentes, la sensación era de que los maximalistas habían pasado a la defensiva, que su objetivo ya no era extender aún más sus ya exagerados privilegios, sino simplemente tratar de mantenerlos.

Como signo del aire que se respiraba (y que no necesariamente parecía caerle del todo bien al nuevo Secretario General, Francis Gurry), valgan las palabras de clausura del anfitrión de la conferencia, el líder del Comité Permanente sobre Patentes, Maximiliano Santa Cruz, quien concluyó que debemos recordar que, si bien las patentes pueden ser parte de cualquier esquema que utilicemos para fomentar la creatividad, no debemos olvidar que son un medio para lograr ese fin, y no un fin en sí mismas.

Durante dos días, el Centro Internacional de Conferencias de Ginebra (CICG) fue escenario de numerosas presentaciones, seguidas atentamente por unas 500 personas provenientes de todos los rincones del mundo, representantes de delegaciones nacionales, de organismos de las Naciones Unidad, de empresas y de ONGs, así como personas particulares. Las presentaciones abordaron numerosos temas, entre ellos el acceso a la cultura por parte de discapacitados visuales, la tecnología “verde” necesaria para enfrentar las consecuencias del calentamiento global, los medicamentos y la seguridad alimentaria.

En cada uno de los paneles, se repetía el mismo patrón casi sin excepciones: por un lado, representantes de grupos industriales que negaban la existencia de problema alguno con los actuales sistemas de monopolización del conocimiento, al tiempo que alertaban acerca de los peligros inherentes en cualquier cambio que pudiera disminuir el incentivo a la investigación, mientras que los representantes de delegaciones nacionales, Naciones Unidas y ONGs se dedicaban a enumerar la seriedad de los obstáculos que las patentes y el copyright representan para el acceso a la cultura, así como la lucha contra la pobreza, la enfermedad, las consecuencias del cambio climático. El más tibio en este sentido fue el Sr. David Lammy, ministro de educación superior y propiedad intelectual (¿a nadie le llama la atención el conflicto de intereses?) del Reino Unido, quien destacó la importancia del respeto al derecho de autor y las patentes al mismo tiempo que repetía que hay que corregir (fix) ambos sistemas.

También fue interesante la interacción entre el público y los panelistas: mientras que las intervenciones desde la tribuna fueron, unánimemente, críticas del status quo, los representantes de la industria sencillamente ignoraron cualquier pregunta orientada a indagar si habían explorado otros mecanismos distintos de las patentes y el copyright para incentivar la innovación.

Dos notables excepciones hubo a la regla de “industria sin críticas al sistema, el resto entre ligeramente escéptico y opuesto”. La primera fue la presentación, por parte de la ONG National Peace Foundation (NPF), del concepto de “Políticas Públicas de Alta Integridad” (High-Integrity Policymaking), bajo el cual sugieren, básicamente, evitar cualquier cambio en las políticas públicas a menos que haya un consenso absoluto, por parte de todos los actores, de que que el cambio es necesario. Quizás poco sorprendentemente, varias de las presentaciones de la industria, tanto previas como posteriores a la de NPF, hicieron mención en algún momento de la importancia de adoptar políticas públicas de alta integridad en materia de patentes o derechos de autor, elemento que no parece haber estado presente en su agenda cuando se trataba de expandir los monopolios, en vez de restringirlos.

La segunda excepción fue más notable, cuando el Sr. Robert Sebbag, vicepresidente de acceso a medicamentos de Sanofi-Aventis, dijo claramente que la industria farmacéutica debe cambiar su modelo de negocios, reorientándose de su actual dependencia de las drogas “hit” (caras, de poco volumen y orientadas a un público pudiente) a un modelo de producción a gran escala de drogas de bajo costo para un mercado masivo de pocos recursos.

Al menos en el plano del discurso, los vientos parecen estar cambiando alrededor de OMPI. El desafío será ahora aprovechar esta corriente en las reuniones sustantivas, en las que se negocian los tratados internacionales, para encontrar maneras de revertir las consecuencias de la expansión de las patentes y los derechos de autor de las últimas décadas.

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