En el día del libro, 23 de abril, Vía Libre quiere homenajear y defender el trabajo de las bibliotecas, compartiendo un artículo de Susana Fiorito, de la Biblioteca Popular Bella Vista de Córdoba, Argentina. Este texto forma parte del libro «MABI: Monopolios Artificiales sobre Bienes Intangibles» de reciente publicación libre.
Las Bibliotecas Populares
Por Susana Fiorito
En todos los países del mundo existen Bibliotecas Públicas, donde los ciudadanos pueden leer –libros, revistas, diarios- sin ser propietarios del “objeto” (soporte, se dice ahora) que contiene conocimientos científicos y técnicos, narrativa, poesía. En las Bibliotecas Públicas la cultura escrita (ahora también en sus formas plásticas y musicales y en imágenes animadas), está al alcance de todos sin el requisito de la apropiación individual: la propiedad es “pública” (nacional, provincial o estadual, municipal) y el ciudadano puede acceder libremente a ella, en algunos casos aportando una pequeña cantidad de dinero para solventar su uso.
La Argentina es el único país del mundo en que, además de Bibliotecas Públicas, existen las Bibliotecas Populares. Las creó el Presidente Sarmiento, en 1890, por una ley que establecía que “las Populares” debían constituirse como producto de la asociación de personas que unieran sus esfuerzos para posibilitar el acceso universal (de pobres y ricos, de chicos y grandes, de nativos y extranjeros) al conocimiento de las letras, las ciencias y las artes.
Millones de argentinos y extranjeros –la década de 1890 y las siguientes vieron la explosión inmigratoria- pudieron acceder a la cultura escrita, cumplir con la educación obligatoria, seguir estudios formales, acceder a mundos lejanos, zambullirse en el placer de las fantasías literarias, gozar de la poesía, gracias a la existencia de esas Bibliotecas, creadas, organizadas y funcionando gracias a la dedicación voluntaria de ciudadanos y ciudadanas que aportaban una pequeña cuota mensual para que todos (aún los que no aportaban), pudieran leer.
Las Bibliotecas Populares han sobrevivido a todos los avatares del ¿desarrollo? capitalista en la Argentina, al fraude conservador, a las dictaduras, al populismo, a los mecanismos clientelísticos de la democracia burguesa. Sobrevivieron a las quemas de libros, a la inundación de best-sellers, al marketing. Actualmente –y cada vez más- reemplazan a las escuelas en las funciones que éstas no pueden cumplir porque tienen que dar de comer, constituirse en espacio para la vacunación y la revisación odontológica, ocuparse de las cabezas parasitadas y del maltrato doméstico. En las Populares los chicos y las chicas aprenden las lecciones –ya las editoriales no regalan un libro a cada maestra de grado-, hacen los deberes, leen los cuentos que antes oían de boca de sus padres y madres, de sus abuelos y abuelas.
Estos refugios de la cultura, estas instituciones comunitarias (todo lo comunitario que puede ser una institución en el seno de una sociedad capitalista cuyo eje es la propiedad privada de los medios de producción), están amenazadas por la ola privatizadora. Ya se privatizaron los servicios públicos, las fuentes de energía, las minas de oro y plata. ¿Los depósitos acuíferos y los glaciares cordilleranos son la próxima presa?…
Y hora estamos en peligro los lectores: en peligro de que nos privaticen la lectura pública…
¿Qué proponen ahora a las Bibliotecas Populares?: que deben pagar un canon -¿a la editorial o a las Asociaciones o Cámaras de Editores?- por cada libro que prestan. Los dueños de los copyrights, que no son precisamente los autores, sino los editores, consideran que los derechos de autor –cobrados ya cuando la Biblioteca compra el libro- deben ser pagados por ella cada vez que el libro se lee. Cien veces, si se presta a 100 lectores. ¿Coherente, no es cierto? Coherente con un proceso que comenzó con la privatización de los servicios públicos – una flagrante contradicción- y que apunta a la apropiación privada de la cultura.
Las Bibliotecas Populares fueron y son una herramienta para la apropiación universal de la cultura. Ahora les toca enfrentar las corrientes de la monopolización del conocimiento; la ola de las privatizaciones pretende acaparar también el saber, los saberes. Usemos esas herramientas que tienen más de un siglo de vida fecunda: no se trata sólo de defender lo que existe, también hay que avanzar, difundiendo el hambre de lectura, las ganas de saber.
© 2007 Susana Fiorito
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