Hoy, domingo 26 de junio, el diario Página/12 en su sección “Cultura & Espectáculos” publicó una entrevista a la Ministra de Cultura española, Ángeles González-Sinde. La entrevista se vio motivada por el arribo de la ministra en el mes de septiembre al IV Congreso Iberoamericano de Cultura, organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación, que cuenta, entre otros, con el apoyo del Ministerio de Cultura de España.
El silencio de Sinde
Nuevamente, se trata de otra oportunidad donde los ministros de países extranjeros y los representantes de la industria podrán hacer exposición de lo mal que le va a la cultura por culpa de la piratería, y sobre todo, del riesgo de desaparición de las industrias culturales en manos de la horda de bárbaros, otrora ciudadanos, munidos de tecnologías digitales. A pesar de que los propios números de la Secretaría de Cultura de la Nación, efectuados gracias al SInCA, Sistema de Información Cultural Argentina, desmienten muchos de los datos provistos por la industria, el lobby del canon digital, la censura en Internet y la criminalización de prácticas sociales profusamente extendidas, no cesará hasta ver sus objetivos cumplidos. Por ello es que se lo invitó a Teddy Bautista, de la SGAE, al MICA (Mercado de Industrias Culturales de Argentina), y a eso viene la ministra Ángeles González Sinde al país. Las decisiones serán tomadas en la mesa chica de los políticos, a espaldas de la sociedad civil y a pesar de la ferviente oposición que en todas partes muestran las medidas vinculadas a la aplicación del canon digital y a la criminalización de las descargas en Internet.
Pero de esto no habla la ministra en la nota realizada en Página/12, sino que por el contrario, cree que “la democracia que tenemos en España es sólida y garantiza todos los derechos fundamentales”, a pesar de que la Ley que lleva su nombre, Ley Sinde, viola derechos fundamentales. La ley Sinde, que crea una Comisión de Propiedad Intelectual dentro del Ministerio de Cultura para dar de baja a sitios web que contengan enlaces a material monopolizado por derechos de autor, va en contra de numerosas sentencias judiciales que dictaminaron que enlazar a material monopolizado por derecho de autor no constituye delito. En el proceso de baja del contenido por parte de la Comisión de Propiedad Intelectual, si bien participa un juez, dicho juez no puede emitir opinión de ningún tipo sino simplemente manifestar si se debe dar o no de baja a la página web. Se trata de una clara injerencia del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial, afectando así a la división de poderes; avasalla también derechos fundamentales tales como la privacidad, la libertad de expresión, el debido proceso y la presunción de inocencia, puesto que se presupone que quien mantiene una página web de enlaces es culpable y es esta persona quien debe proveer las pruebas en contrario. Los cables publicados por Wikileaks dieron cuenta además de la fuerte presión que ejerció Estados Unidos para la aprobación de la ley.
Sinde dice sobre esto sólo frases como esta:
Lo que me parece negativo es que haya tantos oportunistas que han manipulado algo que es una mera cuestión de derechos mutuos para preservar negocios muy lucrativos.
¿A qué negocios se referirá Sinde? ¿A los negocios de las industrias culturales, capaces de manipular opiniones, leyes y tratados internacionales y datos concretos de la realidad sólo para preservar un modelo de negocios obsoleto?
La cultura es una industria
De hecho, cuando miras las estadísticas, descubres que la cultura genera tanto empleo, dinamismo, importaciones o exportaciones como otros sectores que en nuestra mente tradicional parecen más importantes, como el sector agrícola o el de la energía, que gozan de más prestigio o respeto. Ahora que la recuperación económica se está apoyando en el nivel de exportaciones, el libro es uno de los productos que más se exporta, y ese es un ámbito en el que Iberoamérica puede apoyarse porque compartimos una lengua que es hablada por millones de personas en el mundo, no sólo por los países que tradicionalmente han tenido al español como idioma oficial, sino porque cada vez es mayor el número de estudiantes secundarios que eligen en Europa estudiarlo.
La ministra pareciera olvidar que durante la década de los ’90 en Argentina se desmanteló todo el aparato productivo, incluido el sector editorial, en favor de las corporaciones multinacionales, incluidas las de España. Así, los grupos editoriales españoles fueron fagocitando las pequeñas industrias editoriales argentinas, anexándolas como sucursales de las casas centrales, ubicadas en España, e inundando el mercado de novedades a precios bajos favorecidos por la convertibilidad monetaria, que daba precios de ventaja a las importaciones provenientes de España. Por supuesto, todo esto es obviado por la ministra quien habla luego de la necesidad de mancomunar Iberoamérica detrás de la cultura, aunque por supuesto nunca aclara cuál:
Dentro de ese contexto iberoamericano, cómo preservar la diferencia, la diversidad, y generar al mismo tiempo un espacio común, colectivo, donde los productos culturales, los artistas, los creadores, las iniciativas, los archivos y patrimonios viajen mejor y se conozcan mejor mutuamente, es la parte en la que tiene sentido hacer un congreso y que todos los ministros comparemos esas miradas y veamos cuáles son las dificultades que transitamos y qué cosas funcionan.
La cultura está en la calle y en Internet
La Ministra de Cultura demuestra su supina ignorancia respecto de qué es la cultura, cuáles son sus condiciones de producción y desconoce por completo las discusiones sobre el gusto y la estética que se han producido desde Sócrates hasta nuestros días. La nota de Página/12 lleva por título una frase de la Ministra: “La cultura anticipa lo que se acaba viendo en la calle”.
La vida cambia y la cultura percibe esos cambios incluso cuando son incipientes. La cultura es el termómetro de lo que está pasando en la sociedad, y es muy sensible: los creadores se nutren de eso, de estar redibujando la sociedad constantemente y viendo lo que es imperfecto o mejorable o es injusto. En la cultura se percibe con años de antelación lo que luego se acaba viendo en la calle.
Para la Ministra, la cultura pareciera ser un ente aislado y separado de la sociedad; los creadores conforman un universo aparte del mundo de la vida y es por ello que “se nutren de eso, de estar redibujando la sociedad constantemente”. No es la sociedad la que crea y produce la cultura; no, son los creadores, quienes, tocados por la mágica varita de la musa, pueden “redibujar a la sociedad constantemente”. El primer error que comete Sinde es pretender que existen universos separados, los creadores por un lado y el resto del mundo por el otro. Todo el pueblo en su conjunto es creador y productor de cultura, aunque esto último aterrorice a Sinde.
Los creadores, además, son profesionales de la cultura:
Si estamos mermando las posibilidades de alguien de ganarse la vida y ser profesional de la creación, iremos convirtiéndonos en un mundo de amateurs.
¡Un mundo de amateurs! ¡Terrible! Es decir, los libros bizantinos y las ilustraciones medievales, hechas por monjes copistas cuya profesionalidad en el arte de la ilustración y el dibujo eran nulas, puesto que no habían ido a ninguna academia de ilustración, forman parte de “un mundo de amateurs”, sin importar el valor estético y cultural que dichas obras presentan. Lo mismo sucede con el renacimiento italiano, el Cantar de Gilgamesh, La Illíada y la Odisea, las películas de François Truffaut y por lo menos más del 70% de los músicos, que en su mayoría no han ido nunca a una Academia de Música o similar. ¿Qué define “ser profesional de la creación” para una Ministra de Cultura? ¿Cobrar un sueldo por ello? ¿Y qué sería un mundo de amateurs en el arte? La Ministra parece ignorar las corrientes estéticas, la teoría estética, los procesos sociales de la cultura, la historia del arte, la cultura y la ciencia y la función de las vanguardias artísticas. Reducir la cultura y a los autores a un mero edificio cimentado en la actividad de funcionarios burócratas que se dedican a cobrar su salario todos los meses en virtud de ser “profesionales de la creación” puede ser el ideal al que aspira Sinde, pero sin dudas que en el momento en que eso suceda la cultura y el arte dejarán de ser cultura y arte para pasar a ser otra cosa, por ejemplo, el Ministerio de Cultura y su ocupante actual, González Sinde, o las industrias culturales y sus ejecutivos. Por más que Sinde disfrace su ignorancia de progresismo “nac&pop”, tan caro a estas tierras:
Lo difícil va a ser acotar, porque tanto Argentina como España salimos de períodos de dictadura en los que la cultura jugó un papel muy importante en la transición democrática y en la resistencia, y ahora estamos en un momento de cambio de ciclo, y debemos ver cómo se relaciona la cultura con el poder. Es una reflexión interesante. Nosotros tenemos una mirada del rol que juega la cultura como transmisor de valores democráticos, de resistencia, de apoyo o de renovación. Al cabo de 30 años, ¿qué relación tiene el gobierno o quien administra el Estado con las políticas culturales?
La ministra Sinde de 46 años, acaba de descubrir que la reflexión sobre la relación entre la cultura con el poder es un campo de estudio interesante. Menuda noticia se llevará cuando a sus setenta años descubra que Internet es un motor de cambio social muchísimo más trascendente, veloz e importante que el cambio provocado por la imprenta. Y que leyes como la elaborada por la ministra son las leyes que están frenando el avance inexorable hacia un nuevo paradigma social con Internet como modelo.