El diario Página 12, en su sección economía, presentó hoy lunes 23 de junio un informe especial de debate sobre propiedad intelectual e innovación, que incluyó un artículo de Beatriz Busaniche. El informe completo está disponible en el sitio del diario.
A continuación, reproducimos nuestra columna.
¿Desarrollo para quién?
Por Beatriz Busaniche *
“… todos los procesos exitosos de industrialización en el mundo ocurrieron bajo sistemas débiles de propiedad intelectual.” Esta frase contundente no es una opinión, es el resultado de años de investigación de economistas de la innovación como Mario Cimoli, Giovanni Dosi o Joseph Stiglitz. Aun países promotores de sistemas maximalistas de la propiedad intelectual utilizaron la copia, la imitación y la ingeniería reversa para fomentar la innovación. Alemania, EE.UU., Suiza usaron la copia para alimentar sus propias industrias, y sólo después de haber alcanzado un grado de desarrollo sustantivo promovieron sistemas más rígidos. Es indispensable recordar casos concretos: Suiza, por ejemplo, no otorgó patentes sobre productos farmacéuticos sino hasta después de 1980.
La historia del sistema internacional de patentes está plagada de ejemplos como éste. Buena parte de los países industrializados entendieron que el sistema de patentes debe ser usado como instrumento de desarrollo e industrialización más que como objetivo en sí mismo. En este sentido, las regulaciones de propiedad intelectual deben ser entendidas en el marco de una política pública general de innovación para el país y no ser supeditadas estrictamente al mandato de los países que las impulsan.
Lamentablemente, la firma de los Acuerdos sobre Aspectos de Propiedad Intelectual aplicados por la Organización Mundial del Comercio en los años ’90 dejó magro margen de acción a los países en desarrollo. Ese tratado internacional, que hoy es el marco general de regulación de propiedad intelectual a nivel mundial, armoniza todo el sistema, al establecer una serie de presupuestos mínimos que deben ser acatados bajo las normas de la OMC. Sin embargo, aun en ese contexto desfavorable a las economías emergentes, el acuerdo Adpic deja márgenes que, en el contexto de una buena política pública de innovación, pueden ser aprovechados.
La primera medida a tomar es jamás adoptar acríticamente el discurso de que las patentes son buenas para los países en desarrollo porque son buenas para la innovación. Los maximalistas del sistema repiten ese mantra hasta el cansancio, sin que tenga sustento alguno en la empiria. En algunas áreas, como el software por ejemplo, las patentes se han demostrado más dañinas que beneficiosas y sólo sirven a los fines del negocio y el bloqueo de competidores, pero definitivamente no para la innovación.
Los Adpic contienen una serie de flexibilidades y opciones que los países pueden aprovechar para promover sus propias políticas públicas en materia de propiedad intelectual. Sin embargo, esas flexibilidades corren un serio riesgo. La nueva generación de tratados de libre comercio bilaterales y regionales contienen capítulos específicos sobre normas de propiedad intelectual y su observancia. En estos tratados, los apartados sobre propiedad intelectual son considerados Adpic Plus porque amplían el alcance de las regulaciones, limitan las flexibilidades y fortalecen los mecanismos de observancia.
Un análisis de la agenda del comercio internacional que involucra a nuestra región arroja un panorama preocupante. Países como Chile, Perú y México están embarcados en la negociación del más ambicioso programa de comercio conocido hasta el momento, el Trans Pacific Partnership, fuertemente impulsado por los EE.UU. Ese tratado incluye las regulaciones de propiedad intelectual y sus mecanismos de observancia más estrictos del momento y, de ser aprobado, promete ser el nuevo estándar en negociaciones de propiedad intelectual.
Nuestro país no es ajeno. No sólo por lo que significa en términos de incidencia en la región, sino porque desde nuestro lado, el Mercosur negocia un tratado de similares características con la Unión Europea. El texto del proyecto de Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea no se conoce públicamente y, como todos estos convenios, se negocia a puertas cerradas y con magra difusión y debate público. Sin embargo, los antecedentes conocidos en función de las últimas negociaciones de la Unión Europea dan cuenta de un panorama preocupante en materia de propiedad intelectual.
Pese a los potenciales beneficios en materia de comercio, un país no debería claudicar en sus posibilidades de establecer sus propias políticas de propiedad intelectual en el marco de su programa de innovación y considerando sus propias necesidades locales y regionales.
Aun por encima de las cuestiones estrictas de innovación, industrialización y desarrollo, la gran mayoría de los países firmantes de los Adpic y Argentina en particular tienen compromisos con los derechos humanos, que deben ser el marco de definición de toda política pública.
* Magister en Propiedad Intelectual Fundación Vía Libre.