Gran Hermano te controla en Internet

Este artículo fue publicado en la Edición Impresa de Crítica de la Argentina el domingo 12 de octubre 2008.

Por Federico Kukso

Cada vez que un internauta navega por la red deja datos de gustos, ideas políticas, actividades o consumos. Esa información es usada por organismos públicos o privados sin que los usarios puedan hacer nada para impedirlo.

Fue un día de protesta en 22 capitales europeas. Miles de hombres y mujeres en Atenas, Berlín, Dublín, Helsinki, Londres, para citar algunas ciudades, inflaron globos, se calzaron la camiseta y desplegaron pancartas gigantes no para ahuyentar la debacle financiera internacional sino para protestar contra un avance más pernicioso e invisible: el atropello cotidiano de la privacidad y el derecho a la intimidad en internet, y el despliegue de una sociedad global cada vez más vigilada en la que libertades individuales se sacrifican en función del miedo o el consumo. La Argentina, no ajena a estas tendencias de recopilación de datos personales, también dijo presente ayer en la campaña de alerta global “Freedom Not Fear” (“Libertad, no miedo”, http://wiki.vorratsdatenspeicherung.de).

La tecnología maravilla pone en pausa el aburrimiento, permite que miles de adolescentes se exhiban, y ayuda a que las abuelas conozcan a la distancia a sus nietos recién nacidos. Sin embargo, la tecnología también condena y persigue. “Cada cosa que hacemos en la red deja una huella que permite saber quiénes somos, qué hacemos, qué pensamos, con quiénes y de qué hablamos”, dice Beatriz Busaniche, miembro de la ONG Fundación Vía Libre, que organizó en Buenos Aires charlas sobre privacidad, seguridad y protección de datos. “Hay que tener en cuenta que las tecnologías han avanzado de manera fenomenal en la recopilación y procesamiento de datos. Datos sensibles son almacenados día tras día sin que tengamos conciencia de ello.”

Sólo una persona que vive en una burbuja o lo que es lo mismo, que come, toma y transpira televisión puede llegar a confundir las palabras “Gran Hermano” únicamente con un programa ubicuo que impulsa la fama efímera y la expulsión de intimidades. No advierte la distopía suprema que internet hizo realidad, la imaginada por George Orwell en su libro 1984, que gira alrededor del tema (y la palabra) más candente en la web: privacidad.

El Big Brother ya no es uno sino son muchos y curiosea más que nunca: desde discográficas que plantean la necesidad de controlar el contenido de las comunicaciones en internet para, según sus palabras, hacer cumplir con la ley, a empresas que recolectan perfiles a partir de los sitios visitados y organismos gubernamentales que escanean información privada bajo el paraguas de la lucha antiterrorista.

El eslogan no es más el “sé lo que hiciste el verano pasado”, como anunciaba la saga de horror protagonizada por Jennifer Love Hewitt, sino “sé lo que hiciste ayer, hoy y mañana”. Gabriel Acquistapace, miembro de USLA, Usuarios de Software Libre Argentina, lo explica: “La amenaza principal para la privacidad en aplicaciones como Flickr, Gmail, Facebook es que el usuario no puede decidir sobre sus datos, no tiene acceso al dato físico, además de que no tiene forma de salir. Con esta información es sencillo obtener un perfil de cada persona e inferir qué piensa, su orientación sexual y política, su religión y si participa en movimientos sociales”.

La solución no parece del todo clara. “Las personas no tienen alternativa –continúa Acquistapace–. Hay poca conciencia de esta situación. A la gente en general no le preocupa, le da lo mismo. Habría que comenzar a preguntarse por qué dan todo gratis.” Patricio Lorente, presidente de Wikimedia Argentina, relativiza la paranoia electrónica: “No se trata de no meterse en internet, sino saber cuán expuesto se encuentra uno en cada lugar donde se dejan datos personales. Cada tanto surge algún escándalo por violación de cuentas de mails a políticos o periodistas reconocidos. Deberían saber que enviar un correo electrónico equivale a enviar una carta sin sobre; quien maneje información sensible debería usar siempre programas de cifrado. Una vez leí que el anterior jefe de Gabinete se jactaba de manejarse con comodidad por internet. Contaba que se comunicaba con el ex presidente Kirchner por MSN, lo que habla de una ingenuidad alarmante”.

En la Argentina no hay un vacío legislativo, pero sí poca aplicación de la norma. Está la ley de protección de datos personales (ley 25.326) y la Constitución consagra tanto el derecho de habeas data como el derecho a la intimidad. El problema está en que los servidores que almacenan los datos personales en la mayoría de los casos residen fuera del país, en lugares, como Estados Unidos, donde el avance del terrorismo se utilizó como excusa para la creación de la Ley Patriótica que permite monitorear las comunicaciones de cualquiera sin pedir permiso. En el ranking internacional 2007 sobre privacidad de Privacy International (www.privacyinternational.org) se califica al país como un sitio con “algunas salvaguardas pero débil protección” de la privacidad.

A veces, saber no soluciona pero ayuda: en internet uno nunca está solo. Como en la película alemana La vida de los otros, detrás de las paredes y de las pantallas hay siempre alguien que escucha, lee y actúa en silencio.

Opinión

Derecho que se vuelve difuso
Enrique A. Chaparro (Matemático y especialista en seguridad de los sistemas)

La privacidad es un derecho personalísimo que cada vez que se vuelve más difuso. Nosotros mismos como usuarios no hacemos esfuerzos por proteger nuestra privacidad. Una persona de cada mil lee las condiciones de uso de cuentas de mails o redes sociales. Y esto ocurre por el avance de una tendencia social peligrosa: la gente asume que la visibilidad de la vida privada de uno y de los demás es normal. Hay una nueva valorización de la intimidad como un bien de transacción. En esto contribuyeron en gran medida programas de televisión como Gran Hermano, donde la vida privada se regala en pos de la fama efímera. Además hay una creciente policialización de las actividades humanas: cámaras de vigilancia en shoppings, medios de transporte, edificios, estadios y demás artilugios que se suman al interés comercial en perfilar a los humanos para venderles mejor. Todos salen ganando menos nosotros. La Argentina tiene una excelente ley de protección de datos personales. Lamentablemente, su aplicación ha sido mínima, tardía y mala. Se ha hecho muy poco para ponerla en práctica y lo poco que podemos hacer tampoco se está haciendo.

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