El jueves 28 de mayo se realizó el debate “Servicios de Inteligencia y Democracia”, organizado en la Facultad de Derecho (UBA) por la Revista Lecciones y Ensayos.
En el debate participaron Lucas Arrimada, Renzo Lavin (ACIJ), Paula Litvachky (CELS), Valeria Milanes (ADC) y el presidente de Fundación Vía Libre, Enrique Chaparro. El objetivo del debate fue poner en discusión la modificación de la ley de inteligencia y la creación de la Agencia Federal de Inteligencia (ley 27.126).
En su exposición, Chaparro tomó como punto de partida el hecho de que “no tenemos un diseño de un sistema de inteligencia” en la Argentina. Frente a esta incertidumbre, el presidente de Fundación Vía Libre propuso reconsiderar la función del sistema de inteligencia y la necesidad de desarrollar una doctrina de inteligencia moderna y transparente. Advirtió a su vez que la falta de vocación para construir consensos políticos erosionó seriamente el debate parlamentario, generando así una reforma parcial de un sistema de inteligencia que necesita ser revisado en muchos de sus principios fundamentales.
A continuación, les dejamos la exposición completa de Enrique Chaparro en la mesa.
Exposición de Enrique Chaparro en el debate “Servicios de Inteligencia y Democracia”
28/05/2015 – Facultad de Derecho (UBA)
Aprovechando que con unos pocos días de diferencia estamos a setenta años de la caída del nazismo, se me ocurría una vieja anécdota, con la que me dejarán comenzar. Tiempo después de la caída del nazismo en Berlín, algún señor iba todos los días a su antigua oficina, llenaba sus papeles, cumplía su horario, marcaba su tarjeta, y se volvía. Hasta que alguien trató de investigar qué era lo que este señor hacía. Ese era el señor que controlaba los horarios de los ferrocarriles alemanes, que para esa época por otra parte ya no existían. No hubo un solo kilómetro de vías en la Alemania de posguerra que no haya sido bombardeado. Pero el señor religiosamente escribía durante todo el día los horarios, y seguía cobrando el sueldo, por algún misterio burocrático. Coincido con lo que señalaba Valeria, que la dictadura argentina cayó por colapso, pero colapsó como Berlín: en algunos lugares quedaron los mismos señores que escribían los horarios de ferrocarril. En dos, en particular: en el sistema de inteligencia y en el Poder Judicial.
El único poder central del Estado que no fue renovado el 10 de diciembre de 1983, fue el Poder Judicial. Se hizo una pintura de frente, como cuando uno quiere vender su departamento viejo y entonces lo arregla un poquito. Se nombró una Corte Suprema nueva, y todo lo demás quedó igual. Esta es la deuda central de la democracia 32 años después. Y quedó como anexo, también, haciendo horarios de ferrocarril, un sistema de inteligencia que fue concebido con una doctrina de la década de 1960.
Ustedes saben, o por lo menos los invito a adherir a la idea, que la función precede a la forma —esto que decía la Bauhaus en la década de 1920, “la gran renovación en arquitectura”. Pero es generalmente aplicable. Ahora bien, tenemos una forma de sistema de inteligencia que responde a la función para la que fue concebido, es decir, como un apéndice del sistema de seguridad interior. En ese momento, carecía de mayor importancia que los países periféricos tuvieran un sistema de inteligencia. Sistemas de inteligencia tenían las potencias centrales. Lo que tenían los países coloniales, o neocoloniales, era simplemente un mecanismo de control interior. Es decir, la policía secreta. Alemania Oriental no tenía inteligencia, se encargaba la KGB. La Stasi era un sistema de control.
En Argentina, del otro lado de la cortina de hierro, pasaba exactamente lo mismo. La concepción de nuestro sistema de inteligencia es la concepción de un sistema de control y seguridad interior. Sistema de control interior que, librado a la suya, por este accidente de los horarios de ferrocarril, termina siendo además un poderosísimo mecanismo de extorsión. La característica soberbia política —y uno no puede liderar políticamente sin una importante dosis de soberbia— le ha hecho suponer a todos los gobernantes democráticos, de 1983 hasta acá, que eran capaces de controlar este monstruo que seguía engordando.
Cada tanto, el monstruo que seguía engordando excedía el tamaño de las paredes del habitáculo en que lo habían encerrado, y por lo tanto había que hacer algún pequeño ajuste. Las purgas de las que hablaba Renzo recién. Cuando la cosa se puso espesa, es decir, cuando nos aproximábamos a la profunda crisis de finales del 2001, modificamos la ley de inteligencia, pero no antes. Teníamos una deuda importante. Cuando la cosa se volvió a poner oscura, a finales de 2014, —y se produjo una súbita vacante en una fiscalía federal ad hoc— modificamos nuevamente la ley de inteligencia.
Lo cierto del caso es que no tenemos un diseño de un sistema de inteligencia. Inteligencia se ha hecho desde siempre. Los hititas hacían inteligencia sobre los egipcios, y los egipcios hacían inteligencia sobre los hititas. Así los hititas lograron descubrir que los egipcios tenían un arma secreta llamada gato. No me estoy refiriendo a señoritas que aparecen en fotografías con funcionarios públicos. Estoy hablando del Felis silvestris catus, que era el arma secreta de los egipcios. ¿Por qué era el arma secreta de los egipcios? Porque mantenía los almacenamientos de trigo libres de ratas. Estamos hablando de cosas que sucedían hace seis mil años. Hace seis mil años había inteligencia.
Sucede que la inteligencia siempre operó en una zona gris. Está en su propia naturaleza, tiene que ver con la naturaleza del escorpión proverbial del cuento, tiene que operar en una zona gris. Imaginen hasta qué punto opera en una zona gris, que este es un principio aceptado entre las naciones, por lo menos desde la paz de Westfalia para acá: el espionaje entre terceros no constituye delito en casi ningún lugar del mundo. Es decir, el espionaje de alguien respecto de mi soberanía nacional es un delito per se. Pero si el instituto espía a la representación palestina en Buenos Aires no es delito en nuestro Código Penal. Puede haber otros delitos, pero no existe el espionaje, porque el espionaje refiere a la soberanía nacional. Hay una especie de acuerdo global desde hace por lo menos doscientos cincuenta años de que: “bueno, existe esta zona gris, todos lo hacemos, todo el mundo espía a todo el mundo…”.
Ahora bien, la construcción de estos espacios grises ha sido necesariamente dinámica, y se ha adaptado a las condiciones políticas de cada tiempo. Nuestro gran desafío es pensar las condiciones políticas de estos tiempos, cómo adaptamos nuestro sistema de inteligencia. En principio, habría que hacer lo que Hércules hizo en algunos de sus trabajos. Ustedes recuerdan los trabajos de Hércules; uno de ellos consistía en vaciar los establos del rey Augías. Esos establos tenían muchísimos caballos, creo que diez mil. Y nunca los habían limpiado, así que básicamente los establos estaban llenos de bosta de caballo. Con lo cual Hércules tuvo la excelente idea de desviar un río y hacerlo pasar por el establo. Con nuestro sistema de inteligencia hay que hacer algo parecido. Hay que refundarlo.
Lamentablemente, no hay ni los consensos ni las voluntades políticas necesarias para hacerlo. Porque además, estas cosas se hacen por consensos, tenemos que considerar la importancia de los parlamentos en la construcción de consensos. Si nos pasamos puteándonos unos a los otros, o bien haciendo la curiosa función que hizo la oposición en el tratamiento de la ley de inteligencia, no podemos construir consensos razonables, y si no podemos construir consensos razonables, no podemos construir políticas que perduren. El problema más característico que afronta nuestro sistema de inteligencia es que fue diseñado como un método de policía interior para la década del 60. Y en esencia, no le hemos cambiado nada. La ley de inteligencia no le cambia sustancialmente nada.
En principio, porque la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) es demasiado poderosa para su propio bien. Esto lo sabía Harry Truman en 1946. Cuando Harry Truman crea lo que hoy se llama la National Security Agency —y que se llamó siempre la NSA, pero solo que hasta 1972 no sabíamos que existía— lo crea como una organización de inteligencia separada. Claro, Truman, como Roosevelt, venía de sufrirlo a Hoover. J. E. Hoover era la versión del Primer Mundo de nuestros espías domésticos, que tenían la carpeta de cuanto personaje importante circulase por el mundo. No jodía demasiado Hoover, porque algunos tenían las fotos de Hoover cuando se ponía vestidos de mujer, entonces había cierto margen… Pero además, Hoover siempre fue leal a todos los gobiernos, probablemente la leyenda urbana de la carpeta viene de Hoover y el FBI. Entonces, Truman sabía que había que partir esta cosa en pedazos. La inteligencia militar de posguerra se convirtió en la CIA, manteniendo ciertos aspectos de inteligencia militar dentro del sistema de defensa, pero la inteligencia de señales le quedó a la NSA. Y cuando hubo que hacer inteligencia de imágenes, en la década del 60, Johnson creó la Oficina Nacional de Reconocimiento. Sistemas compartimentados, ¿por qué? Porque no es bueno para ninguna nación democrática, ni para las otras tampoco, un sistema de inteligencia demasiado concentrado, ni demasiado opaco.
De hecho, sabemos más de cómo funciona el sistema de inteligencia de la República Popular China, que de los detalles sobre el sistema de inteligencia de la República Argentina. No estoy haciendo una metáfora. Les aseguro que es absolutamente cierto. Sabemos cuál es la doctrina de inteligencia que tiene la República Popular China, que es muy original, por cierto, porque ellos hacen lo que se llama “reagrupamiento dinámico permanente”. Uno nunca sabe quiénes son los organismos de defensa de la República Popular China, porque cambian. El que se encarga de inteligencia de señales hoy puede ser la sección 8900 del Ejército Popular de Liberación, y mañana, esa sección pasa a cumplir otro trabajo. Esto tiene que ver con la construcción del poder dentro de la República Popular China, y tiene que ver con procesos de confusión y difusión de la interpretación de esas señales.
Pero nosotros no sabemos cómo funciona. La verdad es que no sabemos. No sabemos cuál es la doctrina de inteligencia que tiene la inteligencia argentina, y esta sí es una cuestión de discusión pública. No las operaciones secretas, que para eso deberíamos tener algún mecanismo de contralor, que además han sido copiados con cierto automatismo. “Ah, si las comisiones parlamentarias funcionan en Burundi, deberían funcionar acá”. Lo lamento: no. La experiencia de 32 años de democracia dice que las comisiones parlamentarias de control no funcionan. Y la manía de crear órganos reguladores, tampoco funciona. Necesitamos darnos una discusión profunda, ciertamente.
Déjenme hacer una breve anécdota sobre los organismos reguladores. Creamos un organismo regulador para los servicios de comunicación audiovisual, ciertamente tenemos ya una lamentable experiencia de cómo funciona y de cómo está funcionando. Y creamos, a su imagen y semejanza, otro organismo regulador, con la misma aparatería burocrática, para regular aquello por donde viajan las señales de comunicación audiovisual, es decir, la Agencia Federal de Tecnologías de la Información y la Comunicación. El historiador del siglo XXIV que intente leer la Argentina postdictadura probablemente crea que la escribió Tato Bores. Estos diarios me lo compusieron, me lo hicieron a propósito, porque alguien no puede repetir voluntariamente esta cantidad de errores. Que tiene que ver, insisto, con definir un modelo para la inteligencia. Un modelo democrático, un modelo garantista, un modelo con adecuados mecanismos de control, un modelo donde la función, que sí es una definición democrática y es una cuestión que debe ser tratada en el parlamento, preceda a la forma. Y entonces, sobre la forma vamos a tener mejores controles. Esta es la idea general. Gracias.
(A continuación se transcriben algunas preguntas del público que asistió al debate que fueron respondidas por Enrique Chaparro para clarificar aún más su postura acerca de la ley de inteligencia)
Pregunta: Hablaron del diseño institucional, de las fallas del diseño institucional. Pero me parece que cuando hablamos de la institución como la gran falla en el diseño, nos estamos olvidando de que modernamente estas instituciones, en la práctica —quedó claro post-Snowden— son internacionales, son supranacionales. Se descubrió que la Agencia de Inteligencia alemana colaboraba con la NSA sin que Merkel tuviera la menor idea de esto, y era como una práctica común, nadie lo veía como algo ilegal. Ya están tan sincronizadas y están tan acostumbradas a colaborar entre ellas las Agencias de Inteligencia, que no sé hasta qué punto el diseño institucional doméstico puede tener impacto en la modificación de las prácticas institucionales domésticas, porque además, si estamos hablando sobre todo de prevenir el terrorismo, y cibercrímenes, y demás, es imposible hacerlo aisladamente. Necesitás organizaciones que tengan otra estructura, otro poder de vigilancia…
(…)
Chaparro: En realidad, la cooperación internacional entre organismos de inteligencia exterior proviene cuando menos del período de la guerra fría, no es una novedad. Es perfectamente legal. Están los pactos que fundan esa cooperación y están las legislaciones nacionales de los países, y además es una versión sofisticada del dilema de los espías del que hablábamos hace un rato. Sí, la legislación de los Estados Unidos le prohíbe al sistema de inteligencia de los Estados Unidos espiar a sus propios ciudadanos. Pero no necesariamente eso sucede respecto del sistema de inteligencia de alguno de sus aliados, cuya ley probablemente le impida espiar a sus propios ciudadanos, pero no a los extranjeros, y no hay ningún impedimento legal al intercambio de información. Por lo tanto, hay un montón de soluciones elegantes, que no fueron analizadas en tiempo suficiente. De hecho, hasta ahora, no tengo noticia de que, salvo los que cometió Snowden, lo que aportó Snowden al conocimiento público, constituya algún delito. Es decir, el único que está en el Código Penal por eso es el propio Snowden. Todo lo demás tiene justificación legal. Es un exceso, pero está basada en una interpretación que le dio el Attorney General.
Pregunta: Por eso, el espionaje a sus propios nacionales, sin una orden, viola la cuarta enmienda, es ilegal. Ahora, el espionaje hacia extranjeros, ahí está lo que vos mencionás.
Chaparro: Si desde Alemania los espían y mandan la información… de todos modos, el diseño no es nuevo, el diseño de la cooperación entre inteligencia. Hay alguna doctrina local, hay una concepción de cada uno de esos países respecto de qué hacer en términos de inteligencia, que permite esa cooperación. En Argentina es absolutamente subsidiaria. Funciona en los términos en los que te decía antes, funciona como policía colonial, no como órgano de inteligencia. Lo que pueda opinar la inteligencia argentina no le mueve el dial a ninguno de los organismos de inteligencia global. Lo cual no es necesariamente ni malo ni bueno. Es una cuestión de diseño geopolítico y no de lo que podamos hacer en el plano de la ley o en el plano de la tecnología.
A lo que tenemos que estar atentos, me parece, a la hora de definir cuál es nuestra doctrina de inteligencia, es que ha habido un cambio paradigmático en la doctrina de inteligencia en los últimos 20 años. Tradicionalmente, el trabajo de recolección y análisis de información era el trabajo de buscar una aguja en un pajar. Solo recientemente el cambio doctrinario implica que juntamos todas las pajitas. El modelo de recolección sistemática de información es peligroso en cualquier sociedad democrática. Es el modelo de observación permanente. Modelo de observación que coincide con determinados desarrollos tecnológicos, y que además es objetivamente concurrente con intereses comerciales. Es el mejor de los mundos posibles. El modelo de negocios de la Internet es vigilar a la gente. Si a alguna Agencia de Inteligencia le interesa, te observará para ver si pensás feo. Pero los demás, te observan para venderte jabones. Es el modelo de negocios, hay una concurrencia objetiva entre un modelo de inteligencia y un modelo generalizado de la forma de comunicación. Es una disquisición interesante, pero de todos modos no resuelve el problema. Es la discusión bizantina de si viene primero el huevo o la gallina, de si primero estuvieron los recursos o primero el modelo de negocios y después se produjo el cambio en términos del paradigma de inteligencia, o al revés.
(…)
(Una persona del público plantea el problema del autogobierno de los sistemas de inteligencia.)
Chaparro: Un comentario puramente anecdótico, pero vos lo señalabas y es importante reforzarlo. Toda la inteligencia exterior de la Argentina, no sé si toda, pero lo significativo de la inteligencia exterior en Argentina, depende de fuentes externas. Con un agravante: muchas de esas fuentes externas están bloqueadas, porque la Argentina es una potencia hostil a Gran Bretaña, por definición. De hecho, si no pregúntenle al pobre Ministro de Defensa cuántos años de recorrer el planeta le ha costado tratar de conseguir aviones para la Fuerza Aérea. Ni siquiera se los pudo comprar a Rusia, porque ciertos eyectores de los aviones son ingleses. Entonces, es claramente un modelito local.
Recién me acordaba de mis años de militancia más juvenil, donde directamente venía el cabo primero de inteligencia de la comisaría de Banfield, y te decía: “¿Che, qué pasó, muchachos? Tengo que hacer el informe. (Entonces más o menos le contaba…) Chau chau, hasta luego, vení a tomar unos mates”. Hay algunos un poco más hábiles, pero la media está en el cabo primero en cuestión. ¿Necesita la Argentina de mecanismos de inteligencia exterior? Esa es una cosa que es resultado de la deliberación democrática. Decidiremos que sí o que no. Probablemente sí, la inteligencia no es lo que hace James Bond… (bueno, lo que hace James Bond es actuar en las películas). Pero las operaciones son una cosa generalmente en la zona gris-oscura del margen de la ley, sino mucho más allá. Pero para tomar decisiones de política económica, el gobierno argentino necesita saber cuál va a ser la actitud de aliento o desaliento de las exportaciones de soja brasileñas. Todo esto para tomar una decisión de política económica. Si mañana Brasil le quita todos los aranceles de exportación a la soja, vos tenés que tener una política económica distinta. Esto es inteligencia. No son las películas de James Bond. Esto es inteligencia. ¿Hay que hacerla? Y sí, hay que hacerla. ¿Está en una zona gris? Sí, está en zona gris. Discutamos.