El dios de sistemas

En la versión impresa del diario Crítica de la Argentina del día lunes 10 de noviembre (Pag. 46), Roka Valbuena hizo una divertida crónica de la visita de Richard Stallman a la redacción del diario el pasado sábado por la mañana. Agradecemos a Julio López y Federico Kukso por la invitación a compartir este momento en la redacción de Crítica.

Julio López, Jefe de Sistemas, durante dos horas del sábado olvido qué hizo con sus piernas. Sólo recuerda que, según parece, estaban allí abajo y no paraban de temblar. Vagamente recuerda que ellas, a cierta hora, lo trasladaron a la puerta del diario y que allí, sudando, él esperó que llegara dios. Y el todopoderoso se hizo presente. Sucede que ese día estuvo en la redacción el dios al cual Julio López le eleva una oración cada mañana. Entre las 11:40 y las 13:30 horas Richard Stallman, el padre del Software Libre, el tercer hombre más poderoso de la informática, miembro de la santa trinidad de la tecnología junto a Bill Gates y Steve Jobs, estuvo en esta iglesia del periodismo y Julio López, temblando, lo acompaño.

“No sabés lo que fue. Era como estar con un pedazo de la historia”, dice el señor López, aún excitado por sus dos horas mitológicas. Julio López guió a Richard Stallman por los pasillos y, con el lenguaje del nerviosismo, le iba explicando cualquier incoherencia. Stallman en un momento se detuvo y preguntó por un cuadro gigante que adorna una muralla. Es un cuadro que ilustra la Campaña del Desierto. Recuerda Julio que con tres perfectos balbuceos intentó contar ese episodio. No pudo. Pidió ayuda. y llegó Margarita y con tranquilidad, le contó los detalles de la pintura. Julio López miraba aterrado. No tenía control sobre si mismo.

“Para mi era como, no se, estar con San Martín o con un tipo así. Alguien que hizo una cosa única en el planeta. y lo veía sentado en una silla y no lo podía creer!”, a Julio le brilla la cara cuando hace este tipo de referencias y el cronista, que lo escucha con paz interior, se pregunta algo preocupado si Julio López tendrá acceso a armas. De pronto, recuerda el jefe de Sistemas, dios pidió permiso para ir al baño. Julio tartamudeó una dirección.
“Pero se demoraba mucho. No volvía”, grita Julio. A tal punto llegó su histeria que Julio fue víctima de un pensamiento fatalista. Ÿ si Richard Stallman se muere acá?”. Julio empezó a imaginar que Richard Stallman en cualquier momento se iba a morir y si se moría en la redacció se produciría un enredo policial que lo tendría a él, Julio López, como protagonista. Entonces Julio se propuso una meta neurótica: que Richard Stallman no se muera en el diario.

Richard Stallman no murió y, por el contrario, se paseó relajadamente por el diario. Julio dice que el señor Stallman da la impresión de aprovechar cada segundo de su vida en predicar su lucha en torno al software libre. De hecho, en un momento, dios hablaba y él, o bien el redactor Kukso, el otro miembro de la comitiva admirada, lo interrumpieron y dios se enojó y juzgó a los hombres. No se enojó por vanidad, dice Julio, sino porque después no podía retomar la idea. A Richard nada lo enojaba. Ni siquiera cuando lo sentaron frente a una computadora en que aparecía el logo de Microsoft, su rival, richard hizo una mueca de disgusto. Richard era paz y fue así como sobrevivió en su visita.

“Cambio todos los días que he pasado en el diario, por sólo dos segundos que pasé con Richard Stallman” dice Julio López, el hombre que por dos horas tocó el cielo. El hombre que recién a las 13:30 del sábado, cuando Richard Stallman se despedía con una seña, volvió a sentir que bajo su cuerpo había dos piernas que, al fin, dejaban de temblar.

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