Por Evelin Heidel*
Cuenta la historia que mientras Bea Busaniche estaba haciendo la fila para el aeropuerto, se encuentra con un compatriota que le pregunta qué estaba haciendo en San Pablo. Cuando Bea responde: “Simposio Internacional para Acervos Digitales”, el compatriota pregunta: “¿Qué es un acervo?”.
Esta pregunta inocente que en su momento nos movió un poco a risa, en concreto revela el estado de la cuestión en la República Argentina. El acervo es, por definición, de una colectividad de personas; esto se condice con la declaración constitucional de que es un derecho de los ciudadanos el de disfrutar de los bienes culturales. Pero, ¿cuál es la distancia que separa a la colectividad de personas con el disfrute de los bienes culturales? En Argentina, en particular, encontramos la ausencia de políticas públicas por lograr una mayor integración cultural y avanzar en proyectos de digitalización que disponibilicen estos acervos. Pero, por otra parte, en la semana del “Simposio Internacional para Acervos Digitales”, que se realizó en la ciudad de San Pablo, Brasil, del 26 al 30 de abril, lo que más se notó fue precisamente cómo entraban en flagrante contradicción ciertos derechos privados (en particular, el derecho de autor) con el beneficio público, y en última instancia, con el derecho constitucional mencionado más arriba. Es decir, esta distancia se mide no sólo por la ausencia del Estado en dirección hacia las nuevas tecnologías, integración ciudadana y acervos culturales, sino también por una legislación inflexible que limita el acceso a la información y al conocimiento.
Vale mencionar que este Simposio fue realizado en el marco de la posible reforma a la ley de derechos de autor en Brasil, para reemplazar a la ley vigente (9610/98), que estaba prevista tratarse esa semana pero que fue pospuesta para el 12 de mayo.
La pregunta de “qué es un acervo” no surgió a lo largo del Simposio, pero los diferentes panelistas, exponiendo sus proyectos institucionales, iban moldeando una respuesta de lo más variada. Desde los libros (la respuesta más obvia y fácil, en tanto el libro es un objeto relacionado con cierta fenomenología de lo cultural que poco y nada tiene que ver con el uso efectivo que se haga de él), pasando por las imágenes, la música, la televisión, el “saber colectivo” (con proyectos como Wikipedia) hasta los videojuegos, todo parecía entrar en ese campo impreciso de “acervo”, y por relación directa con esta palabra, de “cultural”.
En este debate convergieron miembros de Wikimedia Alemania, Gallica de Francia, Brasiliana USP de San Pablo, Universidad de Montreal, Bibliofyl de Argentina, GPOPAI de USP San Pablo, Museo de Videojuegos de Berlín, Archivo del Estado en Brasil, DISH Holanda, Biblioteca Nacional de Brasil, Consumers International, Universidad Federal de Santa Catarina Brasil, Ministerio de Cultura, Proyecto Images for the Future de Holanda, Vía Libre de Argentina entre otros.
Durante muchos años, fue asunto de los museos y de las fundaciones dedicarse a la preservación y conservación del largo recorrido histórico de la humanidad. Las tecnologías más recientes como la digitalización han permitido que este acervo pueda estar a disponibilidad del público, pero paradójicamente una ley que se quedó obsoleta frente a los nuevos cambios introducidos por la técnica impide que esto suceda. Estamos hablando de la ley de derechos de autor, que limita el acceso a los acervos culturales, que están cambiando de soporte para volverse digitales. La relación entre propiedad intelectual y cultura, entre propiedad intelectual y formas de vida, se ha tornado particularmente conflictiva en el último tiempo.
En la presentación del lunes, el Prof. José de Oliveira Ascensão y el Ministerio de Cultura Brasileño coincidieron en mencionar que es misión del gobierno asegurar la integración cultural, y en este sentido la digitalización ofrece una posibilidad hasta hace poco inédita: la de expandir, promover y difundir la cultura más allá de sus límites materiales. Esto no implica que dichas obras pasarán de pronto a “desmaterializarse”, más bien, que están apareciendo nuevos soportes que permiten virtualizarlos, y, por otra parte, preservarlos de la muerte irremediable a las que el paso del tiempo los condena.
Andreas Lange, del Museo de Videojuegos de Berlín, dedicó un buen tiempo de su exposición a cuestionar el concepto actual que tenemos de “preservación”. Generalmente, los usuarios comunes lo que hacemos es migrar nuestros archivos hacia los nuevos formatos que aparecen; en el Museo de Videojuegos de Berlín se dedican a preservar el videojuego sin necesidad de migrarlo. Es decir, reproducen el contexto real de interacción que el usuario tenía con ese juego, conservando los códigos binarios y la interfaz a través de la reconstrucción de emuladores. Esta cuestión disparó un debate alrededor del software libre: ¿hasta cuándo seguiremos utilizando el código binario en vez de recurrir al código fuente? Los estándares abiertos permiten la preservación sin necesidad de recurrir al código binario.
En esta idea de recrear el contexto para jugar el videojuego, está de fondo una cuestión bastante tratada por algunos panelistas sobre el diálogo cultural que se establece entre los documentos, las personas y las máquinas, temática que trató exhaustivamente Jean Claude-Guedon, de la Universidad de Montreal, Canadá. También fue abordada por José Murilo Jr., de la Gerência de Cultura Digital do Ministério da Cultura/ Brasil, bajo la perspectiva de cómo las redes sociales pueden fomentar una alfabetización tecnológica y cuál es la relación entre documentos digitales y participación cultural; el lunes, el Ministerio de Cultura de Brasil había dejado claro que es tarea del Estado conseguir la integración cultural, y que en este sentido las nuevas tecnologías favorecen este proceso.
La responsabilidad del Estado frente a la digitalización de los acervos, las reformas en las leyes de copyright y la apertura cultural, sobrevoló durante todo el panel, sobre todo cuando Ivo Corrêa (Google/ Brasil), mencionó que la para nada ambiciosa aspiración de Google era “reunir todo el conocimiento humano”. El punto clave de la apertura de este panel fue “Sustentabilidad para Acciones de Digitalización”; limitando entre la responsabilidad pública y las acciones de empresas, la pregunta era: ¿qué hacer cuando se acaben los fondos públicos que sostienen estos mega-proyectos de digitalización, que cuentan con presupuestos que superan los millones de euros? Paul Keller de “Images for the Future”, de Holanda, comentó que estos proyectos tienen su sustento en un programa llamado “Economía para el futuro”. El foco está puesto en la idea de que este nuevo tipo de bienes (los intangibles) constituirán la nueva economía del futuro cuando el gas se acabe. (En lo personal no entendí esta afirmación).
En esta línea, el GPOPAI (Grupo de Investigación para Políticas Públicas de Acceso a la Información) presentó su informe reunido en el libro “El mercado de libros técnicos-científicos en Brasil”, investigación que pone en debate los subsidios que reciben las editoriales técnicas-científicas, qué porcentaje del mercado editorial ocupan, el costo de estos libros en relación con la renta promedio de un estudiante universitario y las problemáticas para acceder al material educativo necesario. A este debate se sumó BiblioFyL, de Argentina, para cuestionar los sistemas actuales de validación científica, las exigencias de publicaciones en la carrera académica y de qué modo lo que se produce al interior de las universidades públicas es apropiado por un puñado de editoriales privadas.
Una semana llena de diálogos abiertos, preguntas, respuestas y reelaboraciones. Pero más allá de las especificidades de cada panel, todos coincidieron en marcar algo: el actual sistema de copyright es un sistema de privilegios que crea monopolios en la difusión de las obras, contradice derechos básicos como el acceso de los ciudadanos a los bienes culturales y pone en riesgo la preservación de los acervos culturales.
* Publicado originalmente en http://www.culturalibre.org.ar bajo licencia Creative Commons, Atribución. Compartir Obras Derivadas Igual.