Facebook y Cambridge Analytics: un escándalo que expone el valor de los datos personales

Por Beatriz Busaniche para La Nación
Quienes trabajamos en Derechos Humanos en entornos tecnológicos advertimos desde hace años sobre el valor incalculable de los datos personales y sobre las enormes potencialidades de su procesamiento tanto en materia comercial como política. Los datos personales son el insumo más valioso de la economía de la información mientras que en paralelo son tratados por sus titulares, los ciudadanos, como una moneda de cambio barata que transaccionamos por un horóscopo, un test de personalidad, un descuento en una compra o por vernos reflejados en la red social de moda.

El valor político y comercial de esos datos está lejos de ser evaluado en su real magnitud. Empresas como Cambridge Analytics se dedican a perfilar hasta el milímetro más íntimo de nuestras personalidades lo que somos, pensamos, sentimos y eso es utilizado cada día más para vendernos productos, servicios, esperanzas, sueños y si, también un paquete partidario de representación política.

¿Quién podría resistir la tentación de utilizar herramientas de influencia social tan sofisticadas que nos permitieran decirle a cada persona lo que quiere escuchar y así ganar su confianza, y por supuesto su voto? No se puede ser ingenuo a la hora de valorar estas capacidades. Si la tecnología lo permite y la base de datos existe, sin lugar a dudas, más temprano que tarde, será usada para los fines develados en este escándalo global que tiene sus coletazos también en la República Argentina.

Facebook se volvió peligroso para todos, incluso para Zuckerberg
“Cuando un servicio es gratuito es porque vos sos el producto” expresa un viejo mantra de Internet. Nosotros, los usuarios, no somos los “clientes” de empresas como Google o Facebook, somos el insumo de su modelo de negocios. Cambridge Analytics y el escándalo de la política global no es otra cosa que la visibilización pública de algo que no sólo no es secreto, sino que se sabe desde hace años.

En la Argentina, la situación no es diferente. Los gobiernos de todo nivel son activos consumidores y productores de bases de datos. Las administraciones públicas son grandes recolectoras de información y la administran para incidir sobre la opinión pública, tal como nos informa el boletín oficial de esta mañana. Facebook es además uno de los principales receptores de pauta publicitaria oficial. ¿podemos seguir creyendo ingenuamente que no hay relación alguna entre las bases de datos del Estado y las campañas electorales?

La regulación de protección de datos personales en Argentina está herida de muerte, con una autoridad de aplicación totalmente inerte. Tras la designación de Eduardo Bertoni a cargo de la Agencia de Acceso a la Información Pública, Protección de datos personales pasó a la misma oficina bajo el ala de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Es decir, tenemos una ley de protección de datos inaplicable porque el control ante depende de la primera cabeza a la que debe controlar.

Pero no hay ley efectiva cuando son los propios ciudadanos los que festejan la participación masiva en redes sociales que se dedican exclusivamente a esto que hoy nos escandaliza. Seamos claros: la privacidad es un derecho poco valorado en la sociedad actual. Esa manipulación electoral a través de noticias falsas o la denominada “posverdad” ha dado origen a una situación crítica en relación al debate público, la mentada grieta ha sido alimentada durante largo tiempo y amenaza nuestra existencia como sociedad plural capaz de construir consensos. El fenómeno es complejo y difícil de abordar. Sin embargo, frente a este escenario no nos queda más que afirmar que la protección de nuestra privacidad es el primer bastión para defender nuestra condición de sujetos autónomos y ciudadanos libres.

Por: Beatriz Busaniche

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