El DNI argentino: una caja negra y una política de veridicción

Del 13 al 15 de mayo se realizó en Río de Janeiro el III Simposio de LAVITS (Red Latinoamericana de Estudios sobre Vigilancia, Tecnología y Sociedad). Por Fundación Vía Libre participó Laura Siri, con una presentación titulada “El DNI argentino: una caja negra y una política de veridicción”. La ponencia está disponible aquí, y a continuación, el resumen:

En la Argentina todo ciudadano debe poseer un Documento Nacional de Identidad (DNI). Este incluye datos biométricos y, si tiene el formato más reciente, también un chip. No es obligatorio por ley portarlo y exhibirlo permanentemente. Sin embargo, está naturalizado hacerlo, porque es requerido tanto en interacciones con el Estado como con empresas privadas. La información del DNI está incluida en un conjunto mayor llamado Sistema Federal de Identificación Biométrica (SIBIOS), utilizado por diversas agencias gubernamentales para entrecruzar información de diversas fuentes, entre ellas la agencia de impuestos (AFIP), la de Migraciones y la del registro individual de los trayectos en transporte público generado por el Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE). Hay muy escasa información oficial acerca de qué hace el Estado exactamente con esos datos recabados, por cuánto tiempo los almacena, cómo los analiza, quiénes tienen acceso a ellos ni con qué fines. En junio de 2014, el ministro de Interior y Transporte comunicó desde España que, desde algún momento de 2015, los DNI emitidos serían tarjetas inteligente multipropósito de dos chips que registrarían no solo datos biométricos y domiciliarios, sino también los de ANSES (la oficina que gestiona los aportes a la seguridad social) y los del SUBE. La supuesta comodidad para el ciudadano del nuevo sistema no fue el único argumento esgrimido por el funcionario. También se refirió a una eventual “prevención del delito”. En este artículo se reflexiona sobre el carácter de “caja negra” –como diría Bruno Latour– del sistema sociotécnico del cual el DNI argentino es la cara visible y –como diría Michel Foucault– sobre cómo la evolución de dicho sistema lleva a los sujetos a exponer cada vez más cierta “verdad” sobre sí mismos, a la manera de una confesión involuntaria e invisible que refuerza un poder ejercido sobre quien “confiesa”.

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