Voto electrónico: los riesgos de una ilusión

Este artículo fue publicado en Lanacion.com el 28 de julio pasado.

Por Beatriz Busaniche
Especial para lanacion.com

En los últimos años, cada vez que tenemos un domingo de elecciones, sobrevuela el debate sobre el voto electrónico y no son pocos los que piden a viva voz su urgente implementación. Cada vez que una mesa se demora, o que tarda un rato el conteo, aparece la propuesta de usar voto electrónico como solución a todos los problemas del acto electoral. Todos estos discursos se montan sobre estrategias de marketing que profundizan muy poco en las implicancias de semejante cambio en el sistema electoral. Holanda dejó de usarlo en 2008, Alemania lo declaró inconstitucional en 2009 y en Brasil, el secreto de las urnas fue vulnerado por expertos en seguridad informática. La integridad y el secreto del voto entran en riesgo con estos sistemas que, además, alejan a la ciudadanía de la capacidad de auditar el acto fundamental del sistema democrático.

Desde hace varios años, en Fundación Vía Libre decidimos trabajar activamente en una campaña que advierta a la ciudadanía sobre los riesgos de esta ilusión (bajar libro en .pdf). Existen numerosas razones para oponerse a la implementación del voto electrónico, entre ellas podemos destacar:

Dificulta la participación ciudadana: en cada acto electoral, los ciudadanos estamos comprometidos a ejercer nuestro derecho a emitir el sufragio, pero también tenemos el derecho a controlar y auditar el acto electoral. Este derecho de auditoría es el primero que perderemos a la hora de incluir urnas electrónicas en la emisión del voto, ya que sólo expertos en electrónica e informática estarían capacitados para hacer este tipo de control, que implica un nivel de complejidad muy alto.

Esta es una de las razones que dieron fundamento al Fallo del Supremo Tribunal Constitucional de Alemania que en 2009 , en una resolución ejemplar, declaró inconstitucional y prohibió el uso de urnas electrónicas en ese país. El Constitucional Alemán indicó que las elecciones son un acto público y que por tanto, deben ser comprendidas por cualquier ciudadano independientemente de su formación. Implementar voto electrónico sería dejar que la democracia salga de manos de los ciudadanos y quede bajo el control de una élite.

Pone en riesgo el secreto del sufragio: los sistemas electrónicos incorporan al acto electoral algunas características que lo hacen más vulnerable a la violación del secreto. De hecho, en Brasil, país que muchas veces es tomado como ejemplo de uso de estos sistemas, el secreto del voto fue vulnerado de forma rápida, sencilla y económica por un equipo de investigadores que logró identificar el sufragio de un votante mientras se usaba una urna electrónica.

La posibilidad de vulnerar el secreto del voto es, además, la razón fundamental por la cual Holanda dejó de usar urnas electrónicas y volvió a votar en papel a partir del 2008. Lo cierto es que cada vez que se promueve el voto electrónico, se argumenta que ayudará a terminar con técnicas clientelares como el voto en cadena. Si bien es cierto que el sistema puede impedir algunas de estas artimañas, la base del clientelismo político es la posibilidad de identificar voto y votante, problema que el voto electrónico no soluciona sino que además, empeora.

Pone en riesgo la integridad del voto: otro de los aspectos centrales del uso de sistemas informáticos para emitir votos es a desmaterialización del sufragio, tal como ocurre en Brasil, donde la emisión electrónica impide el recuento de votos y obliga a confiar de manera ciega en las tecnologías implementadas y en los encargados de la implementación.

Privatiza el acto fundante de la democracia: las implementaciones de voto electrónico disponibles en el mercado son, esencialmente, soluciones propuestas por el sector privado. Es decir, la implementación del acto electoral será tercerizada en manos de alguna empresa, lo que constituye un traslado del acto público esencial de la democracia a manos de una empresa. Son varios los problemas emergentes de un proceso de esta naturaleza. El primero es que la ciudadanía no tiene ninguna capacidad de control ni tiene por qué depositar su confianza en nadie: ni en los partidos, ni en el tribunal electoral, ni en las empresas. En los EEUU, donde desde hace muchos años se viene cuestionando el proceso de votación electrónica, se sabe que al menos dos de las tres más grandes empresas proveedoras de urnas tienen vínculos directos con el Partido Republicano, incluyendo en algunos casos la participación accionaria por parte de políticos de alto nivel.

En otros casos, tal como el que ocurrió en Salta, la empresa proveedora de las urnas cuenta con una patente sobre el sistema electoral utilizado , por lo que el sistema no sólo es privado, sino que además la patente vigente hasta el 2024 le otorga a la misma el monopolio sobre su implementación. Este aspecto no es menor, sobre todo cuando en los EEUU, donde el voto electrónico se usa de manera amplia, muchas empresas proveedoras de urnas argumentaron violación de propiedad intelectual cuando investigadores independientes pretendieron auditar los sistemas usados en elecciones vinculantes.

Son muchas las razones para oponerse a la implementación de voto electrónico. La fe ciega en los avances de la modernidad nos hace olvidar que las computadoras son equipamientos programados por humanos, diseñados para procesar información, para copiarla y manipularla con extrema facilidad. No existe sistema de voto electrónico capaz de asegurar la integridad, secreto y transparencia del acto electoral, no existe en teoría y tampoco en la práctica.

Cuando hablamos de votaciones, el apuro, la rapidez y la supuesta modernidad no pueden ocultar los factores más importantes del proceso: la participación ciudadana, la integridad y el secreto del sufragio como elementos esenciales de todo acto electoral.

La autora es secretaria de la Fundación Vía Libre

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