Fuera de la ley

En su edición de hoy, el diario Página 12 publica una columna firmada por uno de los más prestigiosos músicos de la cultura popular argentina, Litto Nebbia. La columna comienza con una crítica a la decisión del parlamento argentino de extender el monopolio sobre fonogramas de 50 a 70 años sin “información clara y real de lo que se trata, porque esta ley sólo protege a las grandes compañías discográficas para que puedan seguir manipulando a su antojo centenares de álbumes de diversos géneros”.

Aquella modificación que se promocionó como una ley en defensa de los derechos de los artistas, es criticada aquí por alguien cuyo trabajo artístico de más de 40 años es innegable para la cultura argentina.

Como miembros de la coalición de organizaciones que se opuso a esta ley, aplaudimos la columna de Litto Nebbia, que trae otro de los problemas serios del actual sistema: el abuso de las discográficas, la manipulación a su antojo del acervo cultural, y la dificultad que tienen los propios artistas, aún los de renombre como Nebbia, para moverse en un sistema pensado para un sólo ganador.

Un tema importante que toca Nebbia en su columna: buena parte de la memoria del rock argentino está en manos de estas discográficas, que además de tener los derechos sobre los fonogramas, tienen también las cintas originales, los masters. Sin recuperar esos masters, y sin recuperar sus derechos, no hay reedición posible para gran cantidad de cultura guardada bajo cerrojo, tal vez, a la espera de que el artista muera y se convierta por un rato en nuevo éxito de ventas. O a la espera de alguna oportunidad comercial que asegure rentabilidad. Para ellos, la cultura es sólo una mercancía más.

“Máquina de la Inconveniencia” los llama Litto Nebbia, y no podríamos estar más de acuerdo. Remata su columna con una anéctoda que resume cualquier cosa que podamos agregar. Dice Nebbia:

Cuando estábamos a punto de celebrar el 40º aniversario de nuestro grupo y de la grabación de “La balsa”, mantuve reuniones con ejecutivos de la compañía que tiene el derecho de explotación (nunca mejor usado este término) de nuestros discos. Asistí con la propuesta de revisar ese tramposo contrato que firmé a mis 17 años. Lógicamente nunca nos pusimos de acuerdo. ¿Cómo ponerse de acuerdo con gente que desprecia la música?

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