El panóptico de Mauricio

Este artículo fue publicado por el Portal Canal-Ar el 4 de junio de 2009.

Hace muy pocos días, la cúpula capitalina del Partido PRO, con el jefe de Gobierno Mauricio Macri y la candidata Gabriela Michetti a la cabeza, presentó la ampliación del sistema de cámaras de vigilancia callejeras con el que planean combatir el delito en la ciudad de Buenos Aires. Se trata de la incorporación de 170 cámaras que serán instaladas en diferenes zonas de la ciudad, con la aspiración de llegar a 500 para finales de este año.

Está bastante instalada la idea de que estos sistemas funcionan para prevenir y accionar inmediatamente contra el delito, ya que grandes ciudades como Londres, Nueva York y Tokio las usan. Poco se dice de lo que realmente pasa en aquellas ciudades, y en particular en la capital británica, la ciudad que tiene el récord absoluto de cámaras por persona. Un ciudadano londinense que sale normalmente de su casa para ir a su trabajo, hacer compras, pasear, o llevar a sus hijos a la escuela es filmado en promedio 300 veces cada día. Otro dato que se omite es que en Londres, la tasa de delito no ha bajado a pesar de la inversión de millones de libras en dispositivos de vigilancia.

Es que hay dos hechos concretos y muy sencillos de analizar que nunca se mencionan: El primero es que un sistema que vigila a todos, en realidad no vigila a nadie y por tanto, la posibilidad real de prevenir el delito se diluye en una marea inmensa de información cruda. La otra realidad que nadie dice, es que aquellos que hoy día salen a cometer asaltos armados o están pasados de paco y salen a robar para conseguir más, están más allá de la amenaza que implica la vigilancia y no van a cambiar porque una cámara los registre. Es claro, como dice Cory Doctorow en uno de los ensayos de su libro “Content”, que “gente desesperada y violenta no es buena para hacer planes racionales para su vida”. Cualquiera que se vuelve un adicto al paco, un traficante, un ladrón o un asesino de esos que cometen los delitos cotidianos que se ven en televisión, evidentemente no ha tenido la oportunidad de planificarse una vida mejor. ¿Somos tan ingenuos de creer que la presencia de cámaras por todas partes va a convencer a estas personas de cambiar lo que es el modo de vida que conocen?

La normativa que regula la instalación de cámaras en la ciudad de Buenos Aires contempla el amparo de exigir que las mismas estén identificadas y que no registren audio ni video de propiedades privadas. Si bien estos recaudos son muy importantes, nada dicen sobre el destino que tienen las filmaciones que claramente caen bajo el marco jurídico del principio constitucional del Habeas Data.

Ciudades como Londres o Nueva York tuvieron el argumento de haber sufrido el terrorismo, pero en ciudades como Buenos Aires, la justificación es la voz de vecinos asustados reflejadas en los noticieros cotidianos. Vecinos que no tienen por qué conocer información concreta que indica que las cámaras no reducen el delito en lo más mínimo. Sin embargo, sí debemos exigir a aquellos que manejan las cuentas públicas que revisen si efectivamente la solución en la que invierten nuestros impuestos es tal.

Tanto en EEUU como en Inglaterra, estos sistemas se usan desde hace mucho tiempo y ya existe senda experiencia de evaluación en la materia. El Instituto para la Autonomía Aplicada, una organización que se dedica a dar apoyo a la libre determinación individual y colectiva y a proveer tecnologías para ello, inició mediante la campaña “ISee – Now more than ever!” un servicio de alerta sobre los riesgos de las cámaras callejeras.

En la campaña citan informes de la Universidad de Hull en el Reino Unido que documentan que las cámaras se usan principalmente para vigilar minorías raciales, activistas sociales y políticos y que una de cada diez mujeres ha sido seguida y vigilada desde una perspectiva sexual. El estudio de Hull comprobó la existencia de múltiples imágenes de mujeres dirigidas a sus senos o su trasero, lo que obviamente no tiene ninguna justificación judicial. El mismo estudio indicó que la gente negra tiene el doble de posibilidades de ser sometida a seguimiento que la media de su proporción en la población, y agrega que el 40% de las personas negras vigiladas fueron detenidas por la policía sin razón obvia maś que su apariencia o su pertenencia a un subgrupo cultural (Ver informe).

En síntesis, si vamos a recorrer este camino, tal como impulsan las actuales autoridades de la ciudad, sepamos que:

  • Tanto los atentados del 11 de septiembre en los EEUU como el atentado contra los subterráneos londinenses se hicieron a la vista de múltiples cámaras de seguridad sin que hayan sido por eso prevenidos ni evitados.
  • La tasa de delito en la ciudad más vigilada del mundo, Londres, no ha bajado en absoluto.
  • El gasto de montar un sistema de vigilancia generalizado es enorme y no cumple los objetivos declarados.
  • Los usos no legítimos de estos sistemas de vigilancia tales como seguimiento de mujeres, persecusión de minorías, monitoreo de grupos políticos y activistas sociales son realmente graves como para no tomar medidas precautorias.
  • En la mayoría de los casos, las grabaciones y registros de nuestras actividades en la vía pública quedan en manos de privados que no dan cuenta de qué hacen ni a quién entregan esa información.

Cualquiera que haya leído a Michel Foucault sabe bien que la construcción de panópticos no tiene más objetivo que moldear conductas, privar de libertad de acción y llevarnos a vivir en arquitecturas carcelarias. George Orwell no lo podría haber imaginado mejor.

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