El peor enemigo de Microsoft

Este artículo fue publicado en la Edición Impresa de Diario Crítica de la Argentina el miércoles 5 de noviembre de 2008.

Richard Stallman, profeta del Software Libre

*Por Federico Kukso
Más santo que mártir, pasó por Buenos Aires y dio una conferencia. Explicó por qué los usuarios y los Estados deben rechazar la dependencia digital e invitó a vivir en un continente nuevo.

Para el movimiento de software libre que él mismo creó en 1983, Richard Stallman es un santo. Él lo sabe y se ríe de eso. “Soy San IGNUcio. Bendigo tu computadora, hijo mío”, bromea esta leyenda informática de voz sintética, español correctísimo y mucho humor geek vestido con túnica y aureola. Más que enemigo acérrimo de Bill Gates y todo lo que representa, Stallman –el físico, el programador neoyorquino, el hacker ético, el showman– se considera a sí mismo un activista con una misión: desterrar de una vez y para siempre del planeta al software privativo, es decir, aquellos programas frente a los cuales los usuarios están atados de pies a cabeza y no pueden ni modificarlos, ni redistribuirlos ni curiosear en su código fuente, pese a estar instalados en sus computadoras. Léase Windows, Mac OS, Photoshop.

Cada presentación de este gurú libertario implica la ratificación de un manifiesto, de una filosofía tecnológica que excede las computadoras. En Túnez, en España, en YouTube y también en la Argentina, donde aterriza invitado por la Fundación Vía Libre a horas de la discusión de un proyecto de ley de licenciamiento de programas informáticos para el sector público nacional.

El auditorio del anexo de la Cámara de Diputados está repleto. Los celulares y las cámaras escapan de los bolsillos y se apuran para capturar cada gesto. Las presentaciones burocráticas se hacen eternas y Stallman las frena con el primer chiste. “Hablo de pie para no dormirme”, dice mientras se descalza.

Y entonces arranca: “Llegué a estas ideas en septiembre de 1983. Quería poder vivir en libertad y seguir usando computadoras –recuerda–. Decidí desarrollar un sistema operativo libre o morir en el intento. Al sistema lo llamé GNU, ‘ñu’, y lo suelen confundir con Linux, que no es más que un componente del sistema GNU/Linux”.

Así, cuenta, enunció las cuatro libertades a las que debe ceñirse un programa para ser considerado “software libre”: “La de ejecutar el programa como quieras, estudiar el código fuente del programa y cambiarlo para que haga lo que gustes, hacer copias del programa y distribuirlas gratuitamente o venderlas, y la libertad de contribuir a tu comunidad haciendo copias de versiones cambiadas”.

Y entonces Stallman se vuelve taxativo, casi fundamentalista. “Si no se cumplen estas libertades, el software y el sistema en el que está inmerso no es justo. Cada programa privativo es un problema social. No debería existir. Es una trampa. Hace que los usuarios cedan su libertad, que traicionen a sus comunidades.”

Una mirada ingenua concluiría que estos asuntos atañen sólo a programadores, a bichos de computadoras. Error: toca a todos. “El software privativo dispara dilemas morales. Si le doy una copia del programa a un amigo rompo la licencia del programa y si cumplo con la licencia le niego una copia a un amigo. Hay que evitar el dilema: o no tener amigos o rechazar el software privativo. Esta última es mi manera. El desarrollador del software privativo ataca la solidaridad de la comunidad, pretende que seamos egoístas y estemos aislados”, arenga este hombre panzón y algo sordo.

En las conferencias de Stallman, los aplausos y las risas ofician de termómetros. Y sus picos están dados por los temas que desliza: la vigilancia total impulsada por software privativo (“atacan al usuario y exigen fe ciega. Son instrumentos de control y poder”), la dictadura y la conspiración de la industria del software (“debemos retomar el control de nuestra informática”), la dependencia digital (“usar software privativo implica dependencia, colonialismo informático”), su desconfianza en el voto electrónico, las tecnologías de control en dispositivos digitales o DRM (“hay que rechazar todos los productos con DRM de Microsoft, Apple, Adobe, Google, y romper las esposas digitales”).

La cabeza del movimiento de software libre –e impulsor de “copyleft” o derechos de autor sin restricción de distribución– exige también precisiones semánticas y no ser tildado de pirata por nada del mundo. “Los promotores del software privativo demonizan algo tan básico y ético como el hecho de compartir imponiendo términos como el de ‘pirata’. Equiparan ayudar al prójimo con atacar barcos. Cuando me preguntan qué pienso de la piratería musical e informática digo que atacar barcos es muy malo y, que yo sepa, los piratas no usan computadoras.”

Stallman se pone serio y se refiere a dos temas cruciales: “Los organismos públicos deben usar únicamente software libre. Deben mantener su soberanía informática. Deben migrar al software libre”. Y el free software y la educación: “Las escuelas deben rechazar las donaciones de software privativo. Es como donar ampollas de droga a las escuelas para crear adictos. La escuela debe enseñar el espíritu de buena voluntad, no el afán de lucro”.

El público, entonces, estalla en aplausos, se pone de pie, y Stallman lo despide con una invitación: “El movimiento de software libre quiere iniciar un debate. Los invito a abandonar a los señores feudales informáticos y a vivir en un mundo libre. Es el nuevo continente que hemos construido en el ciberespacio para todos. Que el viejo mundo desaparezca es nuestra meta”.

Opinión

Fundamentalista de la libertad

Julio López (Jefe de sistemas de Crítica de la Argentina)

Quizás desde el fundamentalismo no sea la mejor manera de enseñar algo o de seducir masas. Pero, ¿qué otra cosa se le puede pedir a un guerrero de la libertad como Richard Stallman? A los enemigos no se los lastima, más bien se los aniquila, se es contundente, sin grises: sos privativo o sos comunitario.

Gracias a Stallman y su equipo llevamos 25 años de democracia informática, por la cual somos capaces de poder elegir entre pagar una licencia y disfrutar la esclavizante comodidad del software privativo; caer en el delito de copiar un programa o disfrutar de desarrollos libres y comunitarios.

¿Por qué el software libre es democrático? Porque el usuario decide las funciones que éste tendrá y no son impuestas de manera dictatorial por una empresa desarrolladora a la cual le pagamos. Porque al ser comunitario, la comunidad entera elige el destino de dicho software. Stallman así habla de dos bastiones básicos de la democracia: el poder elegir y el ser libres.

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