“Lo que cuenta no es el voto, sino quien cuenta los votos”(*)

Pasada la segunda vuelta para definir al futuro Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y en medio de un año electoral en el que la mayoría de los distritos del país elegirán autoridades incluyendo la renovación presidencial, se ha hecho recurrente escuchar en medios de comunicación masivos una prédica en favor de la implementación de sistemas de voto electrónico en las distintas circunscripciones electorales. Así, a pocas horas de conocido el resultado de la primera vuelta en Capital, partidarios de este sistema salieron a los medios a decir que “es irrisorio esperar tres horas por los resultados de una elección y que es urgente la implementación de voto electrónico”. Lo mismo ocurrió durante la jornada electoral de la segunda vuelta.

La pregunta que nos debemos hacer frente a estos actos de propaganda es ¿El voto electrónico mejora la democracia?

En este escenario, Vía Libre recuerda que es unánime el rechazo de los expertos en seguridad informática a los sistemas de votación mediados por computadora, y que son conocidas las experiencias en las que estos sistemas se han mostrado no sólo fallidos, sino altamente permeables al fraude electoral.

El voto es el acto fundamental de la democracia, y por tanto, no se lo puede arriesgar a manos de un discurso basado en la fantasía de la existencia de soluciones técnicas para problemas políticos y que no ofrece ninguna comprobación eficiente de las virtudes que pregona.

Se escucha decir, en forma recurrente, que los sistemas de votación electrónica:

  1. Ofrecen mayores facilidades al elector para el ejercicio del derecho al sufragio;
  2. Fortalecen la transparencia de los procesos electorales;
  3. Disminuyen las posibilidades de fraude;
  4. Aceleran el proceso de obtención de resultados del escrutinio;
  5. Simplifican el sistema de voto y escrutinio;
  6. Disminuyen la abstención de votos;
  7. Reducen los costos, al evitar el escrutinio provisorio.1

Salvo el postulado sobre la rapidez en la obtención de resultados, ninguna de las demás afirmaciones tiene asidero en la realidad. Más bien todo lo contrario.

De hecho, los sistemas de votación electrónica no sólo no disminuyen las posibilidades de fraude, sino que lo simplifican y tornan más económico, al centralizar su posible implementación. La cuestión de la transparencia no es un tema menor. La implementación de voto electrónico reduce considerablemente la cantidad real de personas capacitadas para auditar una elección. Hoy día, el sistema educativo básico garantizado por ley otorga a la ciudadanía los conocimientos mínimos indispensables para ejercer su derecho constitucional a auditar una elección como fiscal de un partido. Para esto, en el modelo actual sólo hace falta saber leer, contar y escribir y tener el compromiso para participar activamente. Implementando cualquier sistema de votación electrónica, estos conocimientos mínimos se elevan de tal forma que sólo una ínfima fracción de la sociedad estará en condiciones de ejercer ese derecho que es de toda la ciudadanía. ¿Estamos dispuestos a renunciar a un derecho constitucional así como así?

Hará falta ser experto en software, hardware y en auditoría de este tipo de sistemas para conformar una corte de auditores privilegiados en manos de quienes quedará el destino de nuestras democracias. Esto, sin contar los casos en los que los programas han sido deliberadamente escritos para ser inauditables (programas con millones de líneas de código como es el caso de Brasil) o en los cuales hay secciones completas que no se someten a escrutinio público. Ocurre otro tanto en el caso de la auditoría del sistema operativo de base o del hardware usado en cada circunscripción. ¿Quién garantizará efectivamente que el programa auditado por los denominados fiscales informáticos es el que está corriendo en cada una de las miles máquinas de votación? ¿Quién asegurará que ese mismo hardware no haya sido adulterado? Recordemos que existe probada evidencia de que adulterar una máquina de votación no demanda conocimientos demasiado complejos y es una operación que se puede realizar en cuestión de minutos.

Otra promocionada ventaja indica que los partidos minoritarios no necesitarán reunir un gran número de fiscales para tener representación equitativa en las mesas electorales. La pregunta es si esos mismos partidos tendrán la capacidad de contratar suficientes auditores informáticos para cubrir las necesidades impuestas por el novedoso sistema.

Mucho se puede hablar también de la supuesta facilidad para los electores y la reducción en la abstención. ¿Qué tipo de interfaz se debe desarrollar para garantizar la posibilidad de votar en un sistema donde hay una enorme cantidad de candidatos y donde se vota por varios cargos de diferentes niveles a la vez?

Por otro lado, vale mencionar que la creciente abstención de votantes es un problema social y político que no tiene solución a la vista en el campo de la informática.

Sin dudas, el otro gran elemento de propaganda es la supuesta economía que implica la votación electrónica. Esta es otra probada falsedad. En países como Bélgica está comprobado que los sistemas de votación electrónica son tres veces más caros que los de votación tradicional con sistema de papeletas. Este dato es fácilmente corroborable si multiplicamos el costo de poner una terminal de votación en cada una de las circunscripciones electorales del país o lo que costarán los servicios de auditores profesionales.

Es unánime la crítica a estos sistemas por parte de los especialistas en sistemas de seguridad informática. No hay forma de garantizar la transparencia en una elección mediada por computadoras y mucho menos sin invertir una cuantiosa suma de dinero en mecanismos de validación que darían por tierra con las mentadas ventajas de tiempo y costos que tanto se promocionan.

Todo esto con el objetivo de reducir en unas pocas horas la obtención de un resultado de una elección que se realiza con intervalos de varios años. Lo que se pone en el lado de los supuestos beneficios pierde peso cuando se balancea con los peligros que trae una “solución” de este tipo. Los riesgos de una implementación de mecanismos de votación electrónica son demasiado altos como para justificarlos en el ahorro de unas pocas horas.

Las posibilidades de fraude se simplifican de una manera sorprendente mientras que los costos a pagar por un cambio de esta
naturaleza son lo suficientemente altos como para aventurarse en una experiencia de “e-votación” sin el mínimo escrutinio público y discusión con todos los sectores interesados.

Ni siquiera el uso de Software Libre es condición suficiente para una implementación confiable de votación electrónica.

Por todas estas razones, queremos compartir y promover la lectura de numerosa documentación vinculada a estos temas y llamar a debate público a quienes promueven la implementación de voto electrónico.

Cambiar nuestro actual sistema electoral por mecanismos de esta naturaleza, sin escuchar las advertencias de los expertos y sin la necesaria discusión e información pública, no será una mejora para nuestra democracia, sino un paso irremediable hacia una tecnocracia que poco tendrá que ver con la constitución de una República comprometida con los valores de la participación, la democracia y los derechos ciudadanos.

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Recursos: audios, videos y textos recomendados

(*) La frase que da título a este artículo se atribuye a Josef Stalin

  1. Beneficios postulados en el art. 65 del Proyecto de Modificación del Código Electoral de la Ciudad de Buenos Aires con despacho de comisión Nro. 1032 del mes de diciembre de 2004. []

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