Monopolios Artificiales sobre Bienes Intangibles

Software Libre y Software Privativo

Federico Heinz
Argentina

Un viejo chiste, que reflexiona sobre la capacidad de las computadoras de complicar las tareas más sencillas, dice que “errar es humano, pero si querés hacer un verdadero desastre, necesitás una computadora”. Quizás sea esta la explicación de por qué un concepto tan sencillo como “libertad”, que es comprensible por cualquier niño que alguna vez quiso esquivar un baño, cause tanta confusión cuando intentamos combinarlo con el sustantivo “software”. Lo cierto es que, aún cuando la popularidad y la visibilidad mediática del Software Libre está en aumento, persisten aún muchos malos entendidos acerca de su naturaleza.

No es “software gratis”

Es cierto que hay una fuerte disonancia cognitiva en la frase “software libre”. Estrictamente hablando, carece de sentido, igual que “luna perversa” o “esfera isósceles”: la libertad no está entre los atributos posibles del software. Los programas son obra de la imaginación de quienes lo escribieron, y por lo tanto tienen tanta voluntad propia como este mismo texto. Esta disonancia hace que mucha gente, al enfrentarse con esta expresión, sencillamente la interprete como “software gratis”, que por lo demás es la otra traducción posible del término original “free software”.

"Lo que pasa es que el término “software libre” es un metáfora, quizás desafortunada, de “software para usuarios libres”. Los usuarios sí pueden tener o perder libertad, y el software que usan puede afectar esta libertad de varias maneras, independientemente de si el usuario pagó por él o no."

Lo que pasa es que el término “software libre” es un metáfora, quizás desafortunada, de “software para usuarios libres”. Los usuarios sí pueden tener o perder libertad, y el software que usan puede afectar esta libertad de varias maneras, independientemente de si el usuario pagó por él o no. Hay muchos programas gratuitos que imponen serias restricciones a la libertad del usuario, y por lo tanto no son “libres”. Por otra parte, si alguien me vende un programa, pero lo hace bajo condiciones que respeten mi libertad, el programa sí es “libre”.

Ambos casos son concretos: hay empresas exitosas que venden soluciones construidas con software libre, y las distribuyen respetando la libertad de sus clientes. También son muy comunes los programas gratuitos que no respetan la libertad de los usuarios.

No es “software distinto”

El sistema operativo GNU/Linux está alcanzando bastante notoriedad en los medios, y sobre todo en los círculos informáticos. El resonante éxito de esta plataforma ha demostrado en forma práctica que el software libre puede superar en prestaciones al no libre. Al mismo tiempo, ha generado la errada percepción de que “el software libre es GNU/Linux”, de que se trata de un software “distinto”, de que las máquinas que usan software libre hacen las cosas de una manera diferente que las que usan software privativo.

En rigor de verdad, no es sólo el éxito de GNU/Linux el que ha generado esta percepción. También juega un papel importante el hecho de que, gracias a la posición monopólica de Microsoft Windows, muchas personas desconocen la existencia de otros sistemas operativos como AIX de IBM o MacOS X de Apple, que también son muy distintos de Windows, aunque comparten con éste la característica de no ser libres. A su vez, AIX y MacOS X tienen muchas características en común con GNU/Linux o con FreeBSD (otro sistema operativo libre, muy popular entre proveedores de servicio de Internet), pese a que éstos son libres, y aquellos no.

En otras palabras: si un programa libre es diferente de un programa privativo diseñado para resolver el mismo problema, la diferencia no se debe a la naturaleza libre o no de cada programa, sino a las decisiones de diseño que tomaron los autores cuando los escribieron. Dos programas casi indistiguibles pueden perfectamente ser uno libre y uno privativo, así como dos programas libres o dos programas privativos pueden ser completamente diferentes entre sí.

No es “la contra de Microsoft”

Otro malentendido que surge de la existencia del monopolio de Microsoft Windows es la percepción de que el movimiento de Software Libre es una reacción en contra de esa empresa y sus productos. Esta idea se ve reforzada porque, a la hora de ilustrar con ejemplos las prácticas que el movimiento de Software Libre condena, es casi invariablemente Microsoft la que provee los ejemplos más flagrantes y conocidos, con lo que quienes proponemos el Software Libre terminamos, involuntariamente, sonando como un panfleto anti-Microsoft.

"El movimiento de Software Libre no se opone a ninguna persona, organización o programa específico, sino a la práctica, muy difundida, de distribuir software bajo condiciones que limitan seriamente la libertad de los usuarios."

La verdad es que el movimiento de Software Libre es muy anterior a la predominancia de Microsoft. El movimiento de Software Libre no se opone a ninguna persona, organización o programa específico, sino a la práctica, muy difundida, de distribuir software bajo condiciones que limitan seriamente la libertad de los usuarios. Las personas que hacen Software Libre no dudarían en dar la bienvenida a Microsoft, y a cualquier otra empresa de las que han perfeccionado esta práctica, si éstas demostraran creíblemente que están abandonándola.

Una característica particular del movimiento de Software Libre es que da cuerpo a una revolución constructiva. Si bien el objetivo estratégico es liberarnos de las restricciones impuestas por algunos proveedores de software, la táctica elegida no es destronar a éstos, sino construir una alternativa. El Software Libre no ataca al software privativo, ni a sus autores: simplemente construye, en forma comunitaria, una alternativa en la que todos y todas podemos participar, y nos invita a hacerlo. Si en el camino se rompen un monopolio, o dos, no es porque nosotros los atacamos, sino simplemente porque la gente decidió abandonarlos en favor de programas que respetan su libertad.

Programas que me dejan hacer lo que yo necesito

Muchos usuarios y usuarias de computadoras sospechan que hay algo fundamentalmente errado en la idea de que “la computadora hace lo que el usuario le ordena”, y tienen miles de anécdotas para probarlo, historias en las que la máquina se negaba categóricamente a cumplir una orden, o hacía cosas sin que nadie se las ordenara.

Tienen razón: la computadora no obedece al usuario, porque no tiene la más remota sospecha de qué es lo que el usuario le ordena, ni siquiera sabe si el usuario está allí. La computadora obedece instrucciones ciegamente, sí, pero no las del usuario, sino las del autor del programa. Es éste el que determina qué debe hacer la computadora en respuesta a cada “orden” del usuario. Cuando el autor comete un error en la confección del programa, u omite alguna función que el usuario necesita, la computadora produce resultados inesperados, o es incapaz de llevar a cabo la tarea.

En principio, esto otorga al autor del programa un gran poder de control sobre el usuario, ya que puede escribir su programa de tal forma que imponga límites arbitrarios a lo que el usuario puede hacer, o incluir funciones ocultas, dañinas a los intereses del usuario. Cada vez hay más programas en el mercado que están diseñados de esta manera: sistemas operativos que reportan nuestra configuración de hardware al autor, y causan que la máquina se bloquee si actualizamos nuestra máquina de una manera que a éste no le gusta1, o programas de reproducción de música que reportan a sus autores los hábitos musicales del usuario, sin avisarle al usuario ni ofrecerle medios para suprimir esta delación, y deciden por sí solos de cuáles datos se pueden hacer copias de respaldo, y de cuáles no2.

El derecho a saber

"La prohibición de estudiar los programas es quizás donde más burdamente se observa la intención de mantener a los usuarios deliberadamente en la ignorancia sobre el funcionamiento de sus propias herramientas, para así poder controlarlos más fácilmente."

Teniendo en cuenta que la computadora no hace lo que el usuario le ordena, sino lo que el programa le impone, resulta difícil justificar la pretensión de muchas empresas de prohibir a los usuarios estudiar sus programas. Al fin y al cabo, si no puedo estudiar el programa, o pedirle a alguien que lo verifique, ¿cómo puedo saber que la computadora está efectivamente haciendo lo que yo necesito, nada más y nada menos? La prohibición de estudiar los programas es quizás donde más burdamente se observa la intención de mantener a los usuarios deliberadamente en la ignorancia sobre el funcionamiento de sus propias herramientas, para así poder controlarlos más fácilmente.

En los programas libres, todo el texto de los programas está expuesto. Cualquier persona que lo desee puede estudiarlos, documentarlos, publicar los resultados de su estudio. Mejor aún: si resulta que el programa no atiende a las necesidades del usuario, éste puede modificar, o hacer modificar el programa de modo que sí lo haga. ¿El programa está escrito de tal manera que no me deja hacer copias de respaldo de mis datos? No hay problema: lo hago modificar de tal modo que sí las permita.

Los datos del usuario como rehenes

En ocasiones, los autores de algunos programas usan su poder de control para mantener cautivos a los usuarios. Todos los usuarios de Microsoft Office, por ejemplo, están familiarizados con los archivos que estos programas producen (conocidos vulgarmente como “.DOC”, “.XLS”, “.PPT”, etc), y también saben que si uno intenta abrirlos con un programa distinto de MS Office es probable que se pierda parte del formateo de la información. Esto se debe a que el formato es secreto, y sólo Microsoft puede escribir programas que lo lean. Esto es una enorme ventaja competitiva para Microsoft: ninguno de sus competidores puede ofrecer a sus clientes una alternativa a MS Office que no presente el riesgo de pérdida parcial de datos.

Pocas personas son conscientes, sin embargo, de que existe un estándar internacional3 diseñado específicamente para almacenar documentos de texto, hojas de cálculo, presentaciones, etc., de manera tal que puedan ser leídos por muchos programas distintos, que compiten entre ellos.

Ya existen varios programas de distintos proveedores, algunos de ellos libres, otros privativos, que están en condiciones de leer y producir documentos conforme a este formato (probablemente el más completo sea OpenOffice.org4), pero MS Office no está entre ellos. Esto no se debe a ninguna imposibilidad técnica, se trata de una decisión de mercadeo: a los usuarios les conviene almacenar sus datos en un formato estándar, pero los programas de Microsoft están deliberadamente diseñados para no permitírselo, con el fin de no perder la ventaja competitiva desleal que les otorga el hecho de que los datos del usuario estén almacenados en un formato secreto.

El imperativo de compartir

Una de las características más salientes del software privativo es la prohibición de compartirlo con otras personas. El hecho de que sea esto lo que con mayor claridad identifica al software privativo en la imaginación popular es indicativo de cuan ajena es esa prohibición a la naturaleza gregaria, social del ser humano. No es fácil para un padre comprender que sea ilegal que su hija se lleve de su casa todo el software que quiera, y así es que nos encontramos en la situación actual, en la que la mayoría de las personas que usan software no libre lo hacen sin respetar la licencia, simplemente porque no lo perciben como algo reprochable.

Lamentablemente para los proveedores de software privativo, no es fácil dar a estas personas una explicación a la vez convincente y honesta de por qué está mal copiar software: la única razón que pueden esgrimir es que, si estuviera permitido, se rompería el modelo de negocios de un puñado de empresas trasnacionales.

"la enorme velocidad de mejora que experimentan los programas libres se debe, en gran parte, a que no está prohibido distribuir copias del programa."

Por supuesto, no es esto lo que nos dicen. Mucho se ha escrito acerca de que, de no ser por la prohibición de copia, que impulsa la venta de licencias de software, no tendríamos hoy software poderoso y fácil de usar. El problema con este argumento es que sabemos que es falso, y lo sabemos a partir de dos piezas de evidencia innegables:

  1. el movimiento de Software Libre renuncia deliberadamente a la restricción de copia, y no sólo ofrece software poderoso y sencillo de usar, sino que es fácil argumentar que la enorme velocidad de mejora que experimentan los programas libres se debe, en gran parte, a que no está prohibido distribuir copias del programa.

  2. para la inmensa mayoría de las personas y empresas que hacen desarrollo de software, el hecho de que la gente haga copias de sus programas o no es completamente irrelevante, ya que sólo una ínfima porción de ellas trabaja con un modelo de negocios que depende de la venta de licencias privativas. La principal fuente de ingresos para quienes desarrollan software es el desarrollo a medida, la adaptación e integración de sistemas.

"la prohibición de distribuir copias de programas destruye diez pesos de riqueza social para producir un peso de fortuna individual."

Así, la prohibición por ley de distribuir copias de programas de computadoras nos hace renunciar a que éstos hagan realidad su potencial de producción de riqueza social, estando al alcance de todas las personas que lo necesiten, con el objetivo de maximizar la potencial ganancia individual de un puñado de empresas. Parafraseando a Richard Stallman, quien decía esto de las patentes de software, la prohibición de distribuir copias de programas destruye diez pesos de riqueza social para producir un peso de fortuna individual.

Software compatible con los ideales democráticos

Nuestras sociedades dependen cada vez más de los sistemas informáticos como medios de comunicación y soportes de memoria. Cuando esos sistemas informáticos funcionan con software no libre, el control de nuestras comunicaciones, de nuestra memoria, deja de estar en nuestro poder, y pasa a ser patrimonio ilegítimo de empresas privadas, con intereses distintos de los de la sociedad, y a veces encontrados con éstos.

"Podemos imaginar una dictadura administrada usando Software Libre, pero es completamente imposible administrar una democracia sustantiva usando software privativo."

El software libre no es equivalente a una sociedad de la información democrática, pero sí es una precondición. Podemos imaginar una dictadura administrada usando Software Libre, pero es completamente imposible administrar una democracia sustantiva usando software privativo.

Notas:

3ISO/IEC 26300, también conocido como ISO Open Document Format (http://www.iso.org/iso/en/commcentre/pressreleases/2006/Ref1004.html).

© 2007 Federico Heinz

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