El Señor de los Archivos se pone interesante

Ayer martes siguió el ciclo “El Señor de los Archivos”, arrancando el ciclo de debates con las intervenciones de Rodrigo Rojas, periodista de La Voz del Interior (en reemplazo del anunciado Franco Piccato), seguido por Ariel Vercelli, investigador de CONICET y responsable de Creative Commons Argentina y luego por Julio Raffo, abogado especialista en derecho de autor y director de “Caseros, en la cárcel”.

El debate comenzó con el coordinador del debate, Alberto López Cuenca, lamentando que la discusión internacional alrededor de los derechos de autor se esté dando en términos de la cultura como mercadería, como fuente de riqueza material, desconociendo el hecho de que los autores no son tales en virtud de su expectativa de obtener ganancias monetarias, sino a partir de una necesidad de comunicación. Este sesgo en el planteo de la problemática lleva como consecuencia que perdamos de vista todos los aspectos no comerciales de la cultura, que son los verdaderamente esenciales.

Rodrigo Rojas, haciendo expresa mención de que el hecho de hablar en nombre del diario lo forzaba a expresar ideas con las que no comulgaba, dijo que para el diario el asunto del derecho de autor es muy importante, que las empresas periodísticas están en serio peligro de desaparecer porque el público ha decidido que no quiere pagar por el diario, que la creación cooperativa no existe, y que es una práctica común que en sitios web se reproduzcan materiales periodísticos originados en los diarios sin citar la fuente. Lamentablemente, en el discurso de La Voz (no de Rodrigo) no quedó claro cuál es el hilo que une estas afirmaciones, o de qué manera interactúan.

Ariel Vercelli esencialmente dedicó su intervención a señalar que la autoría colectiva sí existe, y que tanto la dificultad para reconocer esto como las dificultades para aplicar el derecho de autor en Internet surgen del hecho de que tanto el concepto de “obra” como el de “autor” están cambiando, al aparecer nuevas formas de expresión cultural que tradicionalmente no se hubieran considerado “obras”, ni tampoco “autoría” a la actividad de quienes las construyen.

Julio Raffo, por su parte, mostró cómo existe una larga tradición de limitar derechos existentes ante la aparición de nuevas tecnologías, y lo ilustró con el derecho de propiedad inmobiliaria. Según este derecho, el dueño de un terreno tiene dominio no sólo de la superficie del terreno, sino de todo el espacio por encima de él, sin límites. Sin embargo, la invención de la aviación restringió seriamente este derecho: todos los días, aeronaves de empresas que transportan carga y pasajeros con fines de lucro invaden el espacio aéreo de millones de propietarios inmobiliarios sin necesidad de obtener permiso o pagar por ello. Lo mismo ocurrió cuando la invención de la radiodifusión permitió usar el espectro radioeléctrico: las emisoras de radio y televisión utilizan el espacio radioeléctrico presente en las propiedades privadas para enviar programación y publicidad, a menudo con fines de lucro, a los receptores de su público.

En ambos casos, la ley entiende que la aparición de tecnología que permite un nuevo uso de la cosa poseída hace que ese nuevo uso quede fuera del derecho de propiedad. Mencionando su alegría cuando se enteró de que su película se podía conseguir en Internet (“¡Maravilloso! ¡Mi expresión sale al encuentro de su público!”), Raffo entiende que los nuevos usos de las obras que Internet hace posibles no deben ser limitados por los derechos concebidos antes de la aparición de esta nueva tecnología.

El debate continúa hoy a las 19:30 con la presencia de Rodrigo Alonso, Patricio Lorente de Wikimedia Argentina y Ana Bianco de la Universidad Nacional de Córdoba.

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